De chavales, entrábamos a la piscina con un carnet de cartón, que incluía una vieja foto, al que el portero echaba una mirada antes de dejarnos pasar. Claro que hace décadas que se impusieron los controles electrónicos para acceder a muchas instalaciones y, cuando a alguien no le pareció un método de comprobación eficaz, en mi piscina se puso el acceso biométrico de reconocimiento facial.

Recuerdo que se nos animó a apuntarnos a esta opción. No sé cuantos socios accedieron a ello pero a mí me recordó a las películas de distopías y me negué. Ahora hemos sabido que la Agencia Española de Protección de Datos sancionó en diciembre a Osasuna con 200.000 euros de multa y la prohibición de volver a usar el acceso biométrico para entrar en El Sadar ya que “representaba un alto riesgo para los derechos y libertades de un alto número de afectados”.

Rápidamente, los clubes deportivos de AEDONA, que también tenían colocado el sistema, se han reunido para concluir que cada junta directiva ha de tomar la decisión que estime. Algunas de las piscinas de esta asociación ya han dejado de valerse del procedimiento y espero que el resto siga el ejemplo. Lo último que les faltaba a los socios es tener que pagar multas por ideítas más que cuestionadas legalmente y con las que muchos no comulgan.