El otro día acudimos a la cita del programa sobre Osasuna en Radio Euskadi, “Si nos confiamos...”, en el que intentamos analizar desde la modestia y nuestro conocimiento más o menos cercano –es conocido que los sabios de verdad están en las barras de los bares, o sea, en Twitter antes ahora X, o en algún púlpito para predicar sin modestia–, algunas circunstancia del equipo rojillo. Cuando hablamos sobre Bryan, Zaragoza, el director del programa, Aritz Agirre, nos mandó callar un instante y nos coló un corte de La Vida de Brian, película sublime y de culto, en la que sale a colación el protagonista, el atribulado Brian. Fue sólo una broma, lógicamente, pero encendió la mecha Aritz con la referencia cinematográfica y quedamos en que debía montar un programa para hablar sólo de la cinta, aunque la excusa muy colateral fuese Osasuna.

La vida de Brian es una película de 1979, de los geniales e incorregibles Monty Python –el brillante y ácido grupo de comedia inglés–. Una película que a los más jóvenes no les suena a casi nada y que sólo ha aparecido en sus vidas porque los viejunos la han sacado del baúl de los recuerdos para hacer alguna ocurrencia facilona con el nombre del futbolista de Osasuna. La vida de Brian hay que verla porque es inexplicable en una sinopsis, aunque trata de la confusión que vive Brian al ser tomado por Jesús de Nazaret, y unas cuantas cosas más que tienen que ver con la confusión: la del protagonista, la de los seguidores de su doctrina, la vida confundida, la confusión como modo feliz de llevar la existencia, la propagación de la confusión.

La vida de Brian sería una película inviable de hacer ahora. Las fronteras del humor y la fina crítica se sentirían traspasadas para algunos y nos colocarían –ellos– a las puertas de la herejía. La crítica, el sentido crítico que va de la mano del progreso, se lanzaría a la hoguera. O eso es lo que retumba ahora en el ambiente casi 50 años después de las andanzas de Brian y las cosas que nos propuso para pensar y reír.

La historia podrá nombre a este periodo de superficialidad y confrontación, de regreso a ninguna parte, de vena hinchada en el cuello, de golpes en el pecho. Si Brian levantara la cabeza. Queda pendiente el programa.