Será un edificio monumental y protegido, obra de Víctor Eusa, pero ha dado tanta guerra que más hubiera valido derribarlo, como merece el de los Caídos. Hablo del viejo colegio de Maristas. Primero iba a ser un hotel de lujo cuando el grupo Abba lo compró en 2006 -años de vinos y rosas- a los padres Maristas que -como ya ocurrió con Salesianos- se trasladaron cómodamente a Sarriguren. Llegó la crisis y después entraron los promotores inmobiliarios y se dibujaron dos proyectos residenciales para ocupar el mismo solar: el primero -2015- añadía una torre de cristal de 20 alturas al edificio principal -con 314 viviendas en total pero que fue desechado- y, el segundo -con 156 pisos- levantaba dos nuevos volúmenes en el patio, en el frente de la Avenida de Galicia.
Este último plan que avaló Pamplona en 2019 apostaba por rehabilitar los edificios cilíndricos del antiguo colegio para alojar 108 VPO y VPT. En el mejor emplazamiento ya se han levantado las 48 viviendas libres a precios del II Ensanche. Ahora resulta que no salen los números para pagar el coste -limitado por ley- de la vivienda protegida que está por hacer. Han subido los gastos de construcción, hubo recursos con los adjudicatarios de VPO lo que ha demorado los plazos y renovar el cole ha supuesto todo un desafío. De acuerdo.
Y muchos vecinos no hubieran podido acceder a una VPO en pleno centro de no ser gracias a esta promoción. Pero sigo sin entender las reglas de un mercado que desvincula vivienda libre y protegida y cómo es posible que riesgos y beneficios no vayan al mismo paquete. Conozco a un afectado, comprendo el enfado.