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A la contra

Jorge Nagore

Santa Fe

Santa FeParamount Pictures

En Santa Fe, la preciosa canción de Eilen Jewell, la cantante de Idaho canta “Los pueblos de la ladera incandescentes/se consumían en el crepúsculo/sería feliz si desapareciera bajo colores así” mientras suena la excepcional guitarra de Jerry Miller, su veterano acompañante. Elevada por encima de los 2.000 metros de altura, con más de 3.500 horas anuales de sol, ahí vivía hasta ayer el legendario Gene Hackman, hallado muerto junto con su esposa y el perro de ambos, en lo que pudiera parecer o bien un accidente o un suicidio pactado. A sus 95 años, Hackman era una de las últimas leyendas vivas del cine clásico de los 70, 80 y 90, porque ése ya es para los que pasamos del medio siglo el cine clásico.

Clásico es The French Connection, La aventura del Poseidón, Superman –como odiábamos a Lex Luthor–, Rojos, Arde Mississippi o Sin Perdón, por la que ganó el Oscar al mejor actor de reparto, una película en la que le dirigió otro nonagenario mítico -94 años- como es Clint Eastwood. Como sucedió con un buen puñado de actores y actrices nacidos en los 30 y los 40, su presencia en cualquier película de la cartelera casi certificaba que uno estaba ante algo sólido o cuando menos entretenido, una variante del cine a la que Hackman no hizo tampoco ascos, puesto que fue un brillante ejecutor de cine de acción y suspense.

Es lógico y ley de vida que se vayan muriendo los que fueron tus ídolos y que conforme va pasando el tiempo sientas que quedan menos cosas y sobre todo menos personas que te llevan a tu infancia y a tu juventud, cuando todavía la experiencia de ir al cine o incluso coger una película en el videoclub era algo realmente especial, quizá por el hecho de que requería hacer un esfuerzo –si caminar es un esfuerzo– que ahora te evitas poniendo la plataforma de pago. Hackman fue uno de los mejores de entre los mejores y ayer hasta Superman hizo una mueca de pena.