Es el carnaval un fenómeno complejo en su contenido, diverso en sus manifestaciones y variado en su duración. Cronológicamente suele durar tres días, pero existe un espíritu más amplio que surge pasada la Navidad y ocupa el espacio previo hasta la Cuaresma.

La similitud en su forma con todas las fiestas paganas de la península, herederas de la tradición romana y otras propias de las etnias de cada territorio, ocupa páginas de innegable valor sociocultural. Mezcla de colecta de alimentos, quema de muñecos, ritos de fertilidad o juego de confusión y chanza, es un tesoro a conservar.

Fiestas populares de una riqueza socio-antropológica inmensa, con especial significación en Navarra, donde se han preservado de forma sorprendente en toda su riqueza, color, transgresión y emotividad en gran número de localidades.

El viernes de carnaval las calles de la vieja Lizarra vivirán un acontecimiento especial, la alegre expresión popular, la fiesta de la confusión, colorista y disparatada. La figura del ladrón Aldabika a lomos de un asno, ataviado de pantalón azul marino, camisa florida carnavalesca y tocado de un sombrero de segador, se pasea por las calles de la ciudad del Ega, como si de un viejo amigo se tratara. Todas las burlas, mofas e improperios se vuelcan en su figura.

A su alrededor, los Palokis bailan desenfrenadamente una vieja tonadilla:

Uri, uri, ura! Albabika, Aldabika!

Uri, uri, ura! Lizarrako lapurra!

Todos los carnavales que se celebran en el medio rural, buscan un personaje que da sentido a la fiesta. Así surge la figura de Aldabika, personaje mitad historia mitad leyenda, al que se le hace cargar con todo lo malo acaecido en la ciudad. Nacido en Abárzuza o cualquier otro pueblo de la Merindad, a mediados del siglo XIX se echa al monte para sobrevivir, llegando a ser el bandido más temible del contorno.

¡Aquella sí que fue una época difícil y dura! Las guerras carlistas habían hecho de nuestra ciudad el asentamiento de dos ejércitos en contienda, liberales y carlistas. Ejércitos que saqueaban los pueblos de la montaña, alistando a los jóvenes para la guerra y dejando los hogares desprovistos de manos fuertes para trabajar en el campo y en el monte. Ancianos, mujeres y niños sufrieron los rigores de la miseria.

Los Palokis, son la máscara del carnaval de Lizarra Ikastola. La máscara, los rostros tiznados de hollín y grasa, los vestidos viejos y andrajosos, nos sumergen en el frenesí del carnaval rural, rompiendo con actitudes atrevidas y osadas, la normativa de la vida diaria. Nos encontramos ante una fiesta popular, participativa y callejera. El paloki, vieja indumentaria utilizada por los quintos, que se ha sumado a este carnaval popular de Lizarra supone la transgresión y la actitud desafiante e indecorosa bajo la apariencia de un enano cabezón.

Los antiguos palokis se ajustaban a la cintura una chaqueta con las mangas colgando. Con sus manos, levantaban hasta lo alto el saco que cubría su cuerpo, adquiriendo un tamaño desproporcionado. A sus espaldas, un largo palo que servía para hostigar y “zirikiar” a todos los mirones que se cruzaban en su camino. Sorprende por su graciosa síntesis del engaño, la ocultación y el colorido volumen carnavalero bailando al son de su vieja melodía.

Un año más los carnavales en Lizarra Ikastola darán muestra de una celebración arraigada que combina historia, leyenda y alegría en un evento único. Desde la figura emblemática de Aldabika hasta el espíritu festivo de los Palokis, como las más de las 18 comparsas de su kalejira; cada uno de los elementos refleja la riqueza cultural y la emotividad que caracterizan esta festividad. Es una ocasión para sumergirse en la tradición local, romper con las normas cotidianas y disfrutar de la transgresión alegre y colorida que ofrece el carnaval rural.

*El autor es Director de Lizarra Ikastola