Por dignidad, Carlos Mazón debería dimitir. Por mentiroso, incompetente y artero manipulador. Haría un favor a su partido y a su propia conciencia. Acabaría así su tortuoso deambular como alma en pena. Dejaría de arrastrar sus torpes falacias y de soportar ese mayoritario rechazo social y político que no cesa cada vez que pone un pie allá donde vaya. Por encima de sus ímprobos esfuerzos, jamás encontrará el blanqueo suficiente de su imperdonable inanición y desprecio hacia la riada sobrevenida. Siempre se le resistirá la credibilidad. El PP debería despojarse cuanto antes de semejante baldón. Sería la manera más profiláctica para evitar así, cuando se tercie, una desagradable sorpresa electoral en el sustancial granero valenciano.

Mazón se enreda con sus patrañas y con las horas del reloj. Le acecha la sombra del jaque, antesala del mate. Se desdice sin remedio. Los nervios propios de verse cercado por su manifiesta irresponsabilidad a medida que avanza la investigación judicial. Ese presidente que tanto comprometió a Feijóo estrenando sin pedir permiso el pacto con Vox antes de las generales representa ahora una rémora permanente, solo reparable con el anuncio de su abandono.

Mientras el mandatario valenciano se consume en su propia pira, la refriega política se resiste a la tregua. Se agolpan los motivos. Llega ahora la trifulca de la condonación de una desmedida deuda autonómica acumulada por culpa de un desfasado sistema de financiación y de una gestión manirrota. Un hipermillonario perdón engendrado por la obligada contraprestación a ERC al facilitar a Illa la presidencia de la Generalitat. Una dispensa que el PSOE jamás imaginó cuando Catalunya estaba en manos distintas y también con semejantes desequilibrios en el flujo de caja. Una maniobra política de Pedro Sánchez respondida con la misma moneda por el PP. Su mediático rechazo a tal exoneración solo puede entenderse en clave de pulso soterrado. Absortos en su pelea incesante, ni uno ni otro bando son capaces de articular siquiera un mínimo compromiso para delinear una equitativa financiación de la realidad autonómica.

Junts observa sonriente la gresca. Se sabe poseedor de la decisión final. Enrabietado en su día porque la génesis de la quita debe atribuirse a su bestia negra de ERC, se siente obligado a rastrear la disculpa válida antes de vender su apoyo. De momento, ha elegido la vía de elevar la gracia económica a límites estratosféricos, recordando, además, que Catalunya sale maltratada con la fórmula dadivosa de Montero. Con todo, parece difícil, que no imposible, que la sangre llegue al río. Nada como claudicar con la cuestión de confianza. Una decisión coincidente en el tiempo con la entrada de reconocidos miembros de Junts en los consejos de administración de Aena y Enagás.

Se han acostumbrado peligrosamente economía y política a ir muchas veces de la mano. Nada como el culebrón de Prisa para demostrarlo. Ahí queda el contundente jaque mate de la actual mayoría accionarial de este grupo mediático a la pretensión de reconocidos satélites de La Moncloa de crear desde dentro una televisión en abierto para evangelizar el sanchismo mediante informativos y tertulias encadenadas. No hay mesa de tenedor michelín que se abstraiga en este Madrid que todo lo sabe de destripar semejante jugada de alto voltaje, rodeada de intrigas, amenazas, pulsos y escabechinas. Tampoco tiene desperdicio el abandono a Sánchez de su actual gurú electoral Aleix Sanmartín para irse al lado de Feijóo, justamente cuando las encuestas alejadas del CIS lucen color azul. Ivan Redondo, hasta ahora con visitas puntuales, lo tiene más fácil para volver.

Belarra beligerante

La izquierda glamourosa vive en jaque. Le corroe el afán de la destrucción mutua. Demasiados nervios, demasiado revanchismo. Por tanto, una seria propensión al resbalón, cuando no al desafuero. Se equivoca Yolanda Díaz hasta el ridículo cosificando malamente los piropos sin acento machista. Enfrente, desparrama su bilis Ione Belarra desnudando con acritud desde el escaño la fragilidad del gobierno.

En el fondo, las denuncias por presuntas debilidades sexuales contra Errejón y Monedero están provocando un efecto demoledor en las tropas respectivas, conscientes de la pérdida de credibilidad. Una mancha que podría ensancharse a nada que prosperen algunas investigaciones propiciadas por la guerra cainita a la que se asiste entre Sumar y Podemos y concebidas con una indisimulada malvada intención de que corra la sangre del enemigo político. Riesgo de mate.