Como con un ojo veo torcido y con el otro veo borroso y encima tengo caspa en los cristales de las gafas, a veces no sé qué cosas leo. Pero me ha parecido que Elon Musk dice que pretende que EEUU abandone la OTAN. Vale, de acuerdo. Hace nada abandonaron la OMS y la conferencia del clima, creo.
No me extrañaría que abandonaran también la ONU. Sería un nuevo gesto de chulería y desdén hacia el resto de pandillas del patio. ¿Va de eso? La política del planeta regresa a la vieja dinámica del desafío dialéctico del patio de colegio clásico, Lutxo, viejo amigo: no salimos de ahí. No obstante, la peña está muy excitada con Musk, claro. El nuevo iluminado que sueña con conquistar Marte. De algún modo, percibimos que en él se personifican las fuerzas de siempre: el ego henchido, el poder real, la transformación del esquema y lenguaje del mundo. Pero con herramientas muy nuevas y casi mágicas, esa es la cuestión diferencial enigmática. Con unas herramientas cuya virtualidad y peligro destructivo aún desconocemos. Y otra cosa más: percibimos en él, también, algo raro. Algo que no acabamos de entender.
Es quizá muy listo y sabe cosas que ignoramos, ¿o no? ¿Sufrió bullying en su etapa escolar por sus rasgos autistas y ha incubado en su interior un resentimiento como un huevo de dinosaurio? No lo sabemos. Él ha hablado del bullying que sufrió, en alguna ocasión. No lo oculta. Y además, se exhibe con arrogancia. También pone boca de capo. Pero eso, hoy en día, lo hace cualquiera. No hace falta ser un genio.
Yo creo que, pese a su inteligencia, es un poco ingenuo. Claro que, puede que el ingenuo sea yo. No me extrañaría. Al contrario. Pero si digo que me parece un ingenuo, sin más, es porque hace demasiadas tonterías raras, como si no entendiera bien la mente colectiva, no sé si me explico, Lutxo, le digo. Y me dice: Hazme el favor, por favor, de limpiarte esas gafas de una vez. Y me da un kleenex, no muy limpio.