Lo escribió Borges más de una vez –señal de que le dolía–: “Cada edición del diccionario hace añorar la anterior”. Y a veces nos pasa lo mismo con el reglamento de fútbol. Eso de que la FIFA vaya a poner a prueba la Ley Wenger –solo habría fuera de juego si el atacante está totalmente por delante del defensor, sin que ninguna parte del cuerpo de ambos coincida– nos parece cambiar el fútbol por completo, porque se le daría tantísima ventaja a los delanteros –podrían estar adelantados hasta metro y medio si tienen la picardía de estirar bien una pierna hacia atrás– que habría que replantear por completo los sistemas defensivos. Y lo más delirante es el argumento principal: acabar con los goles anulados por fueras de juego por milímetros. Como si no se fueran a seguir midiendo los milímetros, pero esta vez detrás y no delante del delantero. La Ley Wenger es un mal invento.