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A PROPÓSITO

Jesús Barcos

Marco, ese MENA

Marco, ese MENAArchivo

En 1977, siendo unos párvulos, muchos niños y niñas de mi época asistimos entre hipnóticos y acongojados al devenir de nuestro amigo Marco, el del puerto italiano al pie de las montañas. El crío buscaba su madre emigrada en Argentina, que había caído enferma. Un dramónbasado en un relato del siglo XIX con momento culminante. “Marco encuentra hoy a su madre” tituló El País el 19 de noviembre de aquel año 77, lo que da fe del impacto que generó el chiquillo en nuestras mentes sensibles.

Las tornas han cambiado, y ahora somos adultos y europeos que recibimos migrantes de otros continentes. Personas que como indica el exministro Joan Subirats “no llegan por ganas de conocer mundo”, sino por necesidad o también –cabe añadir– por voluntad de superación, que no es patrimonio de las clases medias ni de las escuelas de negocios.

LA MARGINACIÓN ES VIEJA

Marco hoy sería un MENA y su mono Amedio tal vez acabase decomisado. A Marco el acrónimo le comería vivo, como a los 5.800 chavales y chavalas que llegaron a España en 2024, según el Gobierno canario. Los migrantes están en el punto de mira de la agenda ultra y los ultras sacan votos por la cuestión migratoria. La migración es una realidad compleja y delicada en un mundo profundamente injusto. Además de sus valores objetivamente positivos, plantea desafíos y problemas, pero su abordaje exige la prevalencia de los derechos humanos. Muchos emigrantes se juegan la vida y la pierden en su intento por venir. La extrema derecha apenas disimula su xenofobia, se desentiende de las necesidades estructurales existentes y de mayor justicia en un planeta interdependiente. Como apuntó Daniel Innerarity en El País, estamos en un momento en que se “exhiben como heterodoxia unas opiniones que no representan ninguna novedad, que forman parte de los viejos lenguajes de la marginación y el desprecio”.

Nuestro amigo Marco, el del puerto italiano que buscaba a su madre emigrada, hoy sería un MENA, y el acrónimo le comería vivo

QUÉ HACER

“En la guerra cultural, si jugamos con sus armas perdemos seguro” ha dicho la vicepresidenta primera de la Comisión Europea, Teresa Ribera, en el mismo periódico. Llevamos años preguntándonos qué hacer frente al ruido y la influencia de la ultraderecha, que ya es una humeante fábrica de contenidos. El contexto no ayuda; como señala el profesor José María Lassalle, “lo que determina que un contenido sea valioso o no ya no es que sea verdad o mentira, sino su viralización”. El politólogo Oriol Bartomeus lo explica de otro modo, también ilustrativo, en El País Semanal. Observa una juventud “agobiada” que reclama la vuelta “a un mundo más simple”. “Todos se sienten víctimas y buscan la revancha”. Así que están en el ordeno y mando y en que alguien ‘ponga orden’. “No toleran la pluralidad, sobre todo los más entregados a las doctrinas del orden y a los preceptos estoicos con el machaque en el gimnasio y la idea de hacerse millonarios”.

LES RINDE

Cuanto más nos indignan los ultras, más protagonismo les damos y más reconocibles y potencialmente votables les hacemos. Hace poco una dirigente ultra catalana se jactaba de esto mismo en X: “Ya me podéis ir diciendo ignorante, racista, fascista o corta de entendederas… Os tengo donde quería”. Es decir, hablando de su partido 24/7.

Si se sienten protagonistas de su propia película, procuremos no regalarles el guion. No se trata de cruzarnos de brazos o de negar la realidad, sino de desnudar las falacias reaccionarias sin caer en cada provocación. Apostemos por la máxima calidad informativa y argumental y por la ilustración política. Luchar por el presente es hacerlo por el futuro.