Se cumple un lustro del estallido de la pandemia en el Estado español. Una crisis sanitaria de alcance mundial que nos puso frente al espejo como sociedad con sus desigualdades sociales, políticas y económicas, que sacó lo peor y lo mejor de cada uno de nosotros como comunidad, como sociedad, donde valores como la solidaridad destacaron entre tareas de voluntariado social mientras por otro lado algunos se enriquecían con la venta de mascarillas. Y también puso a prueba las fortalezas de nuestro sistema público para reaccionar ante un virus desconocido. Un esfuerzo que, en el caso de Navarra, fue más que intensivo desde el ámbito sanitario (también educativo). Profesionales que supieron ponerse en primera línea de batalla para trabajar con los medios entonces disponibles para salvar vidas cuando el virus -no lo olvidemos- mataba, cuando no había vacunas que redujeran la severidad de la enfermedad sobre todo entre los mayores. Debilidad de partida que ensombreció la gestión de comunidades con un peso en la red privada de atención como lo fue Madrid. Diferencias que no obstante colocaron a Navarra en el punto de mira por el número de contagios porque también fue la comunidad que más pruebas diagnósticos llevó a cabo. También una de las que registró un mayor alcance tuvo el escudo que supuso la vacunación. Navarra dio que hablar, sin duda. Una sociedad como la nuestra que se socializa a través de cuadrillas, de familias, con sus Sanfermines y sus fiestas de barrios y pueblos, tenía que compartir también el virus. Y el uso obligatorio de mascarillas en interiores se mantuvo hasta abril de 2022. La pandemia nos ha dejado debates interesantes sobre los límites de la responsabilidad individual y la libertad o el papel del Estado como manu militari. También sobre el uso de las vacunas, principalmente entre población joven. Nos hizo valorar más que nunca los trabajos esenciales y la importancia de los cuidados. Más allá de las cifras es bueno hacer una autocrítica. El desgaste emocional que supuso el aislamiento y la soledad para nuestros adolescentes y jóvenes, para personas mayores que viven solas, nos debería hacer preguntarnos si somos más fuertes como sociedad. Si los cuidados siguen recayendo en las mismas. También nuestras apuestas desde lo público para fortalecer desde todos los frentes -regional y estatal- un sistema de salud que se ha visto debilitado tras la pandemia principalmente en una atención primaria que no podemos descuidar.
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