Cuando se dirige a la selección española femenina, campeona del mundo en 2023 y de la Liga de Naciones en 2024, la exigencia solo puede ser absoluta. Por eso, las críticas está arreciando contra Montse Tomé desde el fiasco de los Juegos de París –iban a por el oro y acabaron cuartas– y de las malas actuaciones en las dos primeras jornadas de la Liga de Naciones 2024-25: victoria agónica ante la débil Bélgica y derrota ante Inglaterra. Y no tanto por los resultados, que también, sino por no haber visto ni por asomo el brillante juego de los dos años anteriores. Por todo ello, la visita de esta noche a Portugal, rival teóricamente muy inferior, es mucho más que un partido: es la ocasión de Montse Tomé para reivindicarse, pero también el riesgo de que el equipo se siga desmoronando. Dice el viejo adagio que “el fútbol no tiene memoria”: el oxígeno de triunfos pasados se agota muy pronto.
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