Cuando la política sestea en la inercia de la comodidad ocurren errores y desaguisados absurdos. No suelen ser relevantes, pero sí fácilmente reconvertidos en polémica. Y algo de eso les ha sucedido al Gobierno de Navarra y al Ayuntamiento de Pamplona con la confusión del nombre de una de las tres personas del callejero que se iban a sustituir por sus conexiones con el golpe y el régimen franquista. Creo que este cómodo pasar el tiempo en que se ha instalado la mayoría progresista en las instituciones ha posibilitado que la torpeza del departamento de Memoria y Convivencia al confundir al general Antonio Los Arcos –con una calle en el I Ensanche–, con el también general franquista José Los Arcos ha derivado ahora en un cruce de elusión de responsabilidades entre ambas instituciones que sólo ha enredado más lo que era un error de calado, pero fácil de solucionar porque al menos no se había llevado el cambio aún ni perpetrado el desaguisado, y lo ha convertido en una fácil polémica política y mediática que azuzar desde la oposición.

Porque es cierto que no es de recibo que el listado oficial de memoria histórica sobre los protagonistas de la brutal represión franquista del Gobierno de Navarra contenga un fallo así y nadie se haya preocupado por lo visto siquiera en verificar sus nombres. Cuesta entender todo el lío organizado desde diversos ámbitos contra la decisión municipal de sustituir a Víctor Eusa y Ángel María Pascual por su más que evidente e histórico pasado comprometido con el régimen franquista. De Pascual, uno de aquellos falangistas de primera hora protagonistas por activa o pasiva de la masacre que siguió en Navarra al golpe de 1936, nadie ha dicho nada.

Pero en el caso de Eusa, otro miembro activo desde su presencia en la Junta de Guerra Carlista donde se elaboraban las listas con los nombres a detener, fusilar, asesinar, etcétera se ha defendido como tesis para la continuidad de su nombre en las calles de Iruña su aportación arquitectónica a la ciudad. No es un argumento que pueda anular las razones por las que no tiene derecho a tener una calle con su nombre. La obra no blanquea los comportamientos personales del autor. Y en estos casos no son nada recomendables ni defendibles. Incluso creo que la obra de Eusa –la de Pascual es irrelevante–, está sobredimensionada en su valor y reconocimiento en su momento precisamente por su adhesión al régimen franquista, lo mismo que el premio de la protección de toda su obra catalogada.

Eusa como todos los creadores tiene obras buenas, menos buenas y malas, alguno de sus edificios es simplemente horrible, por eso debería revisarse también esa protección exagerada. De hecho, ambos deberían haber desaparecido del callejero de Pamplona hace muchos años ya. Que la estrategia de la oposición de UPN, PP y Vox con los mismos repetitivos eslóganes cada día haga fácil la estabilidad de las actuales mayorías en las instituciones y más o menos tranquila su gestión política, al menos de momento, no exime a las mismas del mínimo rigor e interés y atención en la gestión de sus responsabilidades. Cambien lo que tengan que cambiar bien y a otra cosa. Que trabajo hay de sobra.