Esta semana el FMI ha señalado a España como la única gran economía mundial que seguirá creciendo sólidamente pese a las amenazas que se ciernen en el contexto internacional por las medidas intervencionistas anunciadas por Trump. Un crecimiento del 2,5% del PIB español en 2025, por encima de todos nuestros socios europeos. El consumo interno, la inversión pública y la resiliencia del sector servicios, con un turismo con cifras récord, explican el avance. Sin embargo, ante ese teórico milagro español, conviene resaltar los riesgos y las debilidades de una economía que ha demostrado siempre una enorme dependencia de los vaivenes exteriores.
El motor de la demanda interna
El consumo de los hogares ha sido clave en la recuperación. La mejora de los ingresos reales, en virtud principalmente de las subidas salariales, un factor desconocido históricamente en España, junto con una moderación de la inflación y el descenso del ahorro acumulado durante la pandemia, están reactivando la economía doméstica. Por su parte, el turismo ha superado ya los niveles de visitantes prepandemia, aportando divisas e impulsando el empleo en comunidades clave como Baleares, Canarias y Andalucía. A esto se suma el impacto directo de los fondos Next Generation EU, que están movilizando inversiones públicas y privadas en digitalización, sostenibilidad y renovación urbana, sectores que han actuado como catalizadores del crecimiento. A lo que hay que añadir que aun restan casi dos años de gestión de las citadas ayudas europeas con significativas cifras aun por licitar.
El FMI sube el déficit previsto para el Estado en 2025 al 2,7 % y reduce la deuda al 100,6 %
Captación de inversión
En paralelo, la inversión empresarial está repuntando con fuerza. La expectativa de una bajada de tipos de interés por parte del BCE y la mayor previsibilidad fiscal han animado a empresas nacionales y extranjeras a ampliar sus operaciones en España. Además, el buen comportamiento de las exportaciones de servicios, especialmente en sectores de valor añadido como la consultoría tecnológica, está diversificando la estructura productiva del país. Las grandes ciudades y polos logísticos del corredor mediterráneo están captando cada vez más atención como destinos atractivos para la inversión. Y en el cortísimo plazo, el anuncio de imposición de aranceles por parte de EEUU sitúa a España como uno de los países con menor impacto de dichas medidas, dado que nuestra balanza comercial bilateral es mucho menos dependiente que el resto de las economías de la zona euro.
Riesgos y debilidades
Sin embargo, el crecimiento previsto no está exento de sombras. España mantiene una de las tasas de deuda pública más elevadas de la eurozona y un déficit estructural que sigue sin corregirse. El gasto en pensiones, en constante aumento, pone presión sobre las finanzas públicas a medio plazo. A esto se suma una productividad estancada y un mercado laboral que, pese a la mejora en el empleo, sigue caracterizado por la elevada temporalidad. Y no podemos olvidar la fragmentación política, que puede frenar reformas necesarias para mejorar la competitividad y contener el déficit. Además, el contexto internacional sigue siendo incierto, con tensiones comerciales globales, una inflación aún presente en bienes básicos y una posible desaceleración de las economías que compran productos y servicios españoles. España vive un momento de oportunidad económica sin precedentes recientes. Sin embargo, aprovechar plenamente este ciclo positivo exige responsabilidad política, reformas estructurales y una visión estratégica a medio plazo que no dependa únicamente de los vientos favorables del exterior.