De la misma manera que ya he dicho en bastantes ocasiones que las redes sociales pueden ser muchas veces un cenagal de barullo, descalificaciones y desinformación, en paralelo también pueden ser lo contrario: un sitio al que acudir en busca de datos, explicaciones, teorías y voces autorizadas, que las hay y en todos los campos. El lunes, cuando no se llevaban apenas minutos u horas con el apagón masivo y las noticias estrambóticas de todo tipo corrían por las redes, tanto en X –antiguo Twitter– como en Bluesky ya circulaban explicaciones más o menos plausibles pero bien argumentadas y cimentadas sobre las posibles causas del apagón.

Personas que por formación y trabajo y conocimientos conocen bien el sistema eléctrico de España y el funcionamiento tanto aquí como en otros países ponían su tiempo y experiencia a funcionar y ofrecían a los demás argumentos y detalles. Las primeras posibles causas se ofrecieron en esas redes y luego fueron radios, televisiones, prensa digital y escrita las que se unieron a las mismas. Es la ventaja de la inmediatez, en la que cualquier experto en algo es capaz desde su casa o su móvil de ofrecerte una teoría bastante posible de qué ha pasado.

Desde mi experiencia como lector de personas así en distintos acontecimientos bastante insólitos que hemos vivido en los últimos años o de accidentes casi inexplicables o asuntos complejos, hay una característica casi generalizada entre todos ellos y ellas: la prácticamente nula intención de dar por buena su teoría, la relativa modestia intelectual de ofrecer su conocimiento y apuntar que, no obstante, es una posibilidad entre otras y que habrá que dejar que avancen días e investigación para dar con unos motivos más precisos o claros. Vamos, todo lo contrario de lo que suelen exponer quienes saben del tema poco o nada o quienes piden certezas a las pocas horas de que haya sucedido algo insólito.