Según un informe del Centre Delàs, nunca antes tantas empresas españolas habían desarrollado tantos proyectos conjuntos con empresas israelíes, y nunca antes la industria israelí había sido adjudicataria de tantos contratos del Ministerio de Defensa español y de tal volumen económico. Literal. Entre aquel 7 de octubre y este 31 de marzo, Israel ha exportado a España 88 lotes de armas, municiones, vehículos de combate, recambios, etc. por valor de 36,7 millones de euros. Y en dicho periodo empresas de defensa y seguridad israelíes han sido adjudicatarias de 46 contratos de instituciones españolas, por un valor de más de 1.044 millones de euros. Vaya, vaya. Semejante dispendio, claro, ha supuesto la dimisión de miles de cargos políticos, la espantada de los socios parlamentarios, la falta de apoyo en el Congreso y la consecuente ruptura del Gobierno, porque sin duda Palestina es importantísima para todos. El presidente mago ha desmentido los números excusándolos, lo cual es una forma extrañísima de desmentir. Según él, esa importación bélica sirve, en primer lugar, para protegernos, no para atacar, curiosa diferencia; en segundo lugar, dadas sus características peculiares resulta imprescindible para garantizar la seguridad del Estado; y, en tercer lugar, sin ella no hay manera de que funcione nuestra cacharrería militar. Al menos esta vez coinciden el discurso público y el privado, beligerantes ambos con el vendedor. Y también los hechos públicos y los privados, incoherentes por igual con respecto a los discursos. Pues si cambiamos la protección del país por la de la casa o la familia, la gente actúa como sus gobernantes, anteponiendo el bienestar práctico de los suyos a la vindicación simbólica de lo ajeno. Una cosa es boicotear a Noa y a unos dátiles, y otra renunciar a un determinado láser quirúrgico y a un sistema eficaz de vigilancia. Así que mejor no saber, sentirse bien y dormir a pierna suelta.
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