El próximo mes de julio verá un congreso nacional del Partido Popular convocado por su presidente, Alberto Núñez-Feijóo, con el argumento de activar la estructura interna ante la eventualidad de un adelanto electoral. En ese sentido el congreso se anuncia orientado a la presentación de ponencias programáticas con las que reconectar con la ciudadanía, aunque no le han faltado ocasiones ni estrados al PP hasta ahora, aunque en su lugar se ha volcado en una estrategia de agitación y propaganda sin un proyecto alternativo.
Otros puntos serán la previsible revisión de los estatutos internos sobre primarias y una modificación de la propia estructura de mando en torno a su presidente. El diagnóstico más profundo de la utilidad y la intención del evento tiene más que ver con la reafirmación del propio presidente del partido después de tres años de liderazgo y estrategia de oposición significativamente infructuosa. Núñez-Feijóo alcanzó la presidencia de su partido tras una crisis electoral y quiebra de confianza en el anterior presidente, Pablo Casado, alzado en abrupta sustitución de Mariano Rajoy por los compromisarios del PP, pese a no ser el candidato elegido por la militancia, que había apostado por Soraya Sáenz de Santamaría. El aparato decidió entonces y, ahora, Feijóo admite que una reforma del sistema de primarias está en su agenda, con el objetivo de eliminar una nueva contradicción. El desempeño del presidente del PP no ha sido electoralmente brillante. Aunque su poder autonómico ha crecido, su dependencia de la extrema derecha es notoria y la asimilación de su discurso desnaturaliza la imagen de partido reformista y centrado con el que se barnizaba.
Pero, por encima, está su fracaso como candidato presidencial. Errático en ocasiones y en un registro de agitador más que de estadista, Núñez-Feijóo se ha visto sucesivamente cuestionado y desgastado por su trémula reacción a la gestión ausente de Mazón en Valencia durante la dana, la falta de claridad en su proyecto económico y la carencia de mensaje social, sustituido por un enfoque ideológico tradicionalista. En ese marco, el congreso extraordinario se apunta más como un ejercicio de autoprotección de su liderazgo ante las voces que apuntan al crecimiento de nombres como Moreno o Díaz Ayuso.