Pocos certámenes como el festival de la canción de Eurovisión dibujan de forma más o menos fidedigna la cercanía o la rivalidad entre países. Tanto como los conflictos históricos, la disparidad del régimen político o las alianzas, quienes reparten sus votos entre los participantes suman o restan décimas porque los franceses les parecen unos estirados, los italianos unos alborotadores, los británicos unos pagados de sí mismos y los belgas gente desconocida. El analista más certero de las relaciones internacionales que ha tenido la Radio Televisión Española (RTVE) fue el periodista José Luis Uribarri, comentarista durante años de ese concurso y que clavaba por anticipado el destino de los puntos de cada país. En un periodo en el que festival languidecía por rancio y aburrido, el proceso de votación era lo más entretenido.
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Nada es ajeno a la política, tampoco Eurovisión. Como el pasado año, ha habido protestas por la invitación a Israel, un país que sostiene su estrategia de exterminio del pueblo palestino haciendo oídos sordos a las peticiones del cese de las hostilidades, amparado por la indolencia de las grandes potencias. En Basilea, la primera aparición de la cantante israelí ha sido recibida con flamear de banderas palestinas. Sin embargo, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) sigue aplazando un debate que también han reclamado cerca de setenta participantes de anteriores ediciones.
Rusia no canta en Eurovisión: está excluída desde la invasión de Ucrania. Con ese mismo argumento, las organizaciones deportivas han sido implacables; quedó fuera de los Juegos Olímpicos de París de 2024 (solo quince deportistas lo hicieron a título individual y sin bandera) y sus clubes de baloncesto o de fútbol también están vetados en las competiciones internacionales. Pero Israel lució la enseña con la estrella de David en la ceremonia inaugural de los Juegos, navegando en el Sena sin ninguna cortapisa y sus clubes son admitidos en Europa sin oposición.
Aún habrá quien sostenga que las acciones ordenadas por Netanyahu son de autodefensa y que Rusia es un país agresor. Medias mentiras; Israel no solo invade territorio palestino sino que expulsa a bombazos a la población que todavía no ha matado de hambre. Si RTVE tuviera un gramo de dignidad y de empatía debería desconectar el sábado la retransmisión en el momento que asome la artista israelí: ese apagón tendría más repercusión que mil condenas.