Antes de cualquiera de tus comidas del día –por si te hace bolo–, quizás después de tomar alguna pastilla de la medicación –y estar ya restaurado–, en el rato que utilizas para mirar por la ventana –hay un techo sobre tu cabeza– y decidir qué ropa te pones, buscas en tus bien nutridas redes sociales o rescatas algún programa de la televisión. Si te aguanta el estómago o no te pican los ojos, es que estás en el otro bando, tenlo muy presente, no te busques excusas. Yaqeen Hammad sonríe con la sonrisa de una niña de once años y sostiene la mirada porque sabe que posa para la foto mientras que con sus manitas dibuja la silueta de un corazón que sobre su cuerpo casi coincide donde está el suyo. Las imágenes de Yaqeen son en Gaza, en el moderno campo de exterminio que ha organizado allí Israel en esta abominable pirueta de la historia. El ataque israelí sobre Gaza del 23 de mayo acabó con la vida de Yaqeen, esta palestina que se hizo famosa en redes sociales por contar cómo era el día a día allí.
A través de su cuenta @yaqeen_hmad, explicaba a sus más de 100.000 seguidores Gaza desde su mirada de 11 años. El primer mundo la etiquetaría de influencer, aunque una niña que da consejos para la supervivencia sin comida o tras un bombardeo debería tener una denominación más oportuna, con mayor consideración y contenido, quizás un nombre todavía por inventar con mayor rango.
Yaqeen tuvo la perversidad que tienen los niños en cada uno de sus actos y la maldad de nacer donde le tocó. Terribles pruebas en su contra que confirman su culpabilidad y final. Yaqeen es como tu sobrina, como el vecinico del quinto, fue tu hija. Ya lo sabes ahora, culpable de todo lo peor.
En Gaza no hay comida, no hay medicinas y no hay ventanas desde las que mirar un cielo desde el que solo llega el fuego final. Y mientras Yaqeen es un cuerpecito más apilado con los de otros miles de niños reclutados por la destrucción, a nosotros –maniatados espectadores– nos queda sólo certificar que como civilización estamos dando pasos hacia atrás y que ahí nos espera el precipicio. Esto que hemos montado, la humanidad sin humanidad, no funciona y lo vamos a pagar.