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Pantalla plana

Carlos Marcos

El culebrón de la criada

Agotada la trama del libro, 'El cuento de la criada' no ha sido brújula de nada. La serie se ha sumado al olimpo de los finales decepcionantes.

El culebrón de la criadaMax

Pues ya está. El cuento de la criada ha echado el cierre sumándose al olimpo de las series excepcionales arruinadas por querer hacer más y más capítulos para ganar más y más pasta, aunque la historia acabara de verdad hace demasiado tiempo. No ha importado, sus responsables convirtieron el cuento en culebrón y siguieron sumando temporadas (seis) y capítulos (sesenta y seis) en un argumento que ha ido dando bandazos para buscar senderos alternativos que le permitieran recorrer un laberinto inagotable aunque fuera a costa del agotamiento de los espectadores. 

Pensaba, ingenuo de mí, que si la primera temporada fue sobresaliente, los guionistas se habrían guardado la otra tostada del sandwich para la temporada final y que se quedara en medio el relleno que ha resultado tan indigesto. No ha sido así. La temporada final de El culebrón de la criada ha sido otro cúmulo de despropósitos, de un todo vale lleno de capítulos de relleno con trucos de magia para distraer la mirada. 

Y cuando parecía que la serie comenzaba a coger forma para llevarnos al apoteosis final, llegaba otro bandazo, como quien se equivoca con la salida de la autopista y todo se hace terriblemente incómodo y largo hasta que llega la siguiente. Así han conducido esta serie, así han conducido esta trama. 

Parecía ya que las siempre expresivas caras de Elisabeth Moss (que es a lo que se ha reducido hace demasiado tiempo la serie) ya no formaban parte del argumento, sino que eran el reflejo de la perplejidad que le causaban los derroteros del culebrón del que tomaba parte.

Y es que los guionistas no han sido consecuentes ni con sus propias ideas mientras convertían la serie en una ruleta rusa en la que al apretar el gatillo, las tramas sonaban a fogueo, a tapón de corcho, y a darle otro giro hasta que, agotados todos los disparos, descubrimos que no había bala en la recámara. 

El cuento de la criada ha sido una brújula de lo que nos puede venir en un mundo, el nuestro, que comulga con la extrema derecha, los populismos, avala el recorte de derechos, niega la igualdad entre hombre y mujeres y hasta la violencia machista e incluso añora y dulcifica dictaduras pasadas. 

El culebrón de la criada, por contra, ha sido una serie que, agotada la trama del libro, ya no ha sido brújula de nada y ha reducido lo conseguido a un simple decorado de una trama vacía y repetitiva.  

El último capítulo, que merecía ser un acontecimiento (así lo hemos recibido unos pocos) se ha estrenado ante la más absoluta indiferencia porque son muchos quienes abandonaron a su suerte a June Osborne en su círculo infinito de huidas y regresos a Gileat. 

Y, visto lo visto, la serie se ha sumado también al olimpo de los finales decepcionantes. Menudo dos por uno se ha marcado.