Para que de verdad te quede bien, no te tiene que importar cómo te queda, Lutxo. Esa es la cuestión. Lo importante es la actitud. Te tiene que dar igual cómo te queda. Tienes que estar seguro. Convencido de que, te quede como te quede, te queda bien. Y ya está. Si le das demasiada importancia al objeto, el objeto se infatúa, viejo gnomo, no sé si me explico. La cuestión es que Lucho acaba de comprarse un sombrero de verano.

Siempre me han gustado los sombreros de verano, dice. Lo malo es que, además de carecer de actitud, se lo pone sin gracia. Es gracioso. Parece John Wayne. La vida es triste, lo sé. Pero es divertida, según desde dónde la mires. Claro que no siempre es fácil ponerse a mirar la vida desde donde a uno le gustaría verla. Esa es la cuestión, en realidad, creo. Ahora bien, ya estamos a 25 de junio y aquí huele a toro. Así que, lo siento, yo me largo. Hago mutis por el lateral. Primero me tiro por la cuesta rompeculos, luego cruzo las pasarelas y después me alejo por la orilla del río, bajo los grandes árboles, como una sombra. Ahí te quedas, Lutxo, con tu sombrero. A ver si, este verano, conoces a alguien que te enseñe a ponértelo. Y si no conoces a nadie, no te preocupes. Mejor para ti. Póntelo a tu puta manera.

Los temas importantes los aprende uno solo. Y cuesta tiempo. No obstante, ya todo es acelerado y errático, lo sé. Y muy confuso, claro. Te da la sensación de que las cosas pasan sin ningún sentido. Y es cierto, supongo. Pero es posible que haya sido siempre así. Y tú solo te des cuenta ahora. Cuando ya es tarde, quiero decir. Pero bueno, lograr convencer a la gente de que son dueños de sus actos, no es fácil. Puede que muchos no quieran serlo. Y puede que eso también haya sido siempre así. Feliz verano, Lutxo. Nos vemos en septiembre, le digo. Si llegamos a septiembre, dice él.