El cine de Isaba es un lugar único. Lo es en el valle roncalés y lo es en el Pirineo. Un cine de pueblo para un pueblo de cine. Un lugar donde ver películas en un escenario natural de cinco estrellas en el que se han filmado algunas de las mejores historias del cine local. Pero también es y ha sido mucho más. Dicen que las proyecciones, cuando era un cine parroquial, datan de 1952, pero antes ya se recuerdan sesiones desde los años 40. Ha llovido mucho desde entonces y no siempre ha sido sencillo capear el temporal. En esa época Isaba no era un pueblo fácil; ningún lugar lo era con el franquismo. De eso se habla poco. Demasiado poco. No llegué a preguntarles a mi padre o a mi tío por el cine de su pueblo. No eran mucho de ver películas, ni de jóvenes, porque no tuvieron opción, ni de mayores. Pero curiosamente, en la maleta de madera que siempre le acompañó desde que salió de Isaba y que todavía guardamos, está pegado en el interior el cartel de la película Gilda. La cinta se había estrenado en el Estado en 1947, sorteando censuras, y provocando escándalo allí donde se veía. Justo unos años antes de que el cine roncalés comenzara su andadura de verdad. Desconozco si se proyectó, aunque quizás estos días pueda saberlo al conocer un poco más sobre la historia de ese lugar de cultura y encuentro gracias a la iniciativa que va a llevar a cabo la Asociación Cultural Amigos del Cine de Isaba este sábado. Como invitados especiales estarán Montxo Armendariz y Puy Oria y junto a ellos otras personas y entidades que en todos estos años han tenido un papel, principal o secundario, en esta historia de cine. El cineasta navarro llevó las calles de este pueblo hasta Hollywood con su Secretos del Corazón. Una película sobre lo que no se cuenta, sobre la distancia entre la vida en el pueblo y la ciudad, sobre los secretos de familia que se esconden, hasta que resulta imposible seguir ocultándolos a los ojos de un niño curioso que no acaba de entender lo que ve y lo que no le dejan ver. No fue la única película de Armendáriz con aire roncalés. También Obaba, la adaptación de ese universo mágico de Atxaga tuvo su escenario en el valle. Con sus silencios y sus curvas. Es bonito que este cine se haya mantenido abierto y que hoy lo podamos disfrutar, porque demuestra el poder de la cultura y el valor de lo colectivo. Este cine es parte del Pirineo, del pueblo y de la vida que en torno a él se ha construido durante décadas. Todavía no sé si Gilda se llegó a proyectar, lo que si sé es que esa imagen de cine, pegada en la vieja maleta que un día salió de Isaba, nos ha acompañado siempre, como esa historia de película todavía por contar.
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