He perdido la cuenta de las veces que he escrito que el calendario de algunos atrasa que es un primor. Los de los que en otras cosas van de requetevanguardistas están varados hace cuatro decenios, en los años de la “martxa eta borroka”, “la juventud alegre y combativa” y aquella gamberrada simpática de mis paisanos Eskorbuto de “Mucha policía, poca diversión”. Lo de Azpeitia del pasado fin de semana, igual que lo de Hernani o Beasain de las semanas anteriores, es la enésima muestra de que, frente a lo que pretendieron los más cándidos (o quizá solo voluntaristas) del terruño, la deslegitimación de la violencia no caería del cielo solo porque ETA hubiera llegado al frío cálculo táctico y estratégico de que matar, secuestrar y extorsionar ya no salía a cuenta. Los que propendemos a ser cenizos (un pesimista es un optimista bien informado) teníamos muy claro que, tras la forzosa bajada de persiana de la banda, se seguirían manteniendo los comportamientos justificadores de la leña al mono. Qué rostro de alabastro y qué ausencia de los principios más básicos hay que padecer para sostener que una agresión múltiple a agentes de la policía local y ertzainas es culpa de los agredidos. Y qué empanada mental, claro, que también hay algo de eso. Porque, así como uno, que lleva varias renovaciones de denei a cuestas, ve con preocupación, sí, pero también como propia de la tontería de la edad y de la falta de luces, la concentración de unos criajos para denunciar que los uniformados les corten el rollo, contempla, sin embargo, con preocupación cómo los principales portavoces de EH Bildu se adhieren a la monserga de la excesiva presencia policial en los recintos festivos. Para nota, que Arkaitz Rodríguez (justo él, manda narices) use el comodín de la denuncia de torturas como término de comparación, cuando los que sí tenemos todas las torturas denunciadas no recordamos haberlo visto rechazando los malos tratos a los que fue sometido, por poner un solo ejemplo, Ortega Lara.
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