El Gobierno de Chivite llega al ecuador de la Legislatura bajo los nubarrones que han traído bajo el brazo las chuscas andanzas de tipos como Koldo y Ábalos y, sobre todo, el caso Cerdán. Es cierto que en lo esencial la situación de estabilidad política e institucional por la que ha transitado los dos primeros años el Gobierno, que forman PSN, Geroa Bai y Contigo-Zurekin con el apoyo de EH Bildu y suma 30 escaños en el Parlamento, no ha cambiado. Y que los principales datos socioeconómicos de Navarra muestran balances positivos en la creación de empleo, con cifras récord de afiliación a la Seguridad Social pese a los cierres de plantas importantes como BSH, Sunsundegui o Nano Automotive, en recaudación fiscal, creación de empresas, reducción de la deuda e inversión en servicios públicos e infraestructuras. Una realidad de estabilidad y normalidad social que apuntaba el riesgo de acabar cayendo en la complacencia y en una inercia de perfil político bajo en el que muchas veces la propaganda y la acumulación de planes estaba sustituyendo o retrasando los resultados de una acción política más directamente vinculada a los intereses de los ciudadanos y, sobre todo, obviando la necesidad de atender también a la batalla de las ideas que abre el actual periodo de cambio social. Las ideas son siempre importantes. Mucho más que ese habitual devenir de la política hacia la fotopolítica cuando la oposición no llega a cuajar una alternativa real a la mayoría vigente. Esa estabilidad política con una oposición de UPN, PP y Vox encorsetada en la repetición cansina de los mismos discursos y reproches y críticas de siempre, por muy acompañados que estuviesen por descalificaciones de perfil cada vez más grueso y duro, parece haber llegado a su fin. El nuevo curso político viene centrado en la marcha del caso Cerdán y sus posibles efectos en Navarra. Las comisiones de investigación del Parlamento de Navarra y del Senado van a ocupar una buena parte del debate político foral y posiblemente también la cruel guerra entre PSOE y PP. Sin olvidar que la instrucción judicial sigue abierta mientras el propio Cerdán, un hombre muy cercano a Chivite y de poder e influencia en el socialismo navarro, sigue en prisión preventiva. Tanto Cerdán como Chivite y su Gobierno afirman no haber cometido ninguna ilegalidad y quizá sea así, pero inevitablemente, UPN y PP se van a aferrar a ese camino como si no hubiera un mañana–quizá sea su única oportunidad–, mientras Vox se limita a esperar que ambos agiten el árbol a la espera de recolectar los frutos electorales como ya apunta alguna encuesta reciente en Navarra. El verano ha dado un respiro a Chivite y su Gobierno, pero otoño trae un tiempo político distinto con nuevas informaciones que puedan llegar, comparecencias en las comisiones y un tono cada vez más elevado de la bronca política, además de las consecuencias que puedan derivar de la investigación judicial abierta. La presidenta Chivite, por un lado, deberá asumir un papel político más protagonista en el debate público que el que ha mantenido los dos últimos años, muy protegida y blindada en su cargo, y el resto del Gobierno debiera diseñar un plan de toma de decisiones que dinamicen, con asuntos de interés general para la sociedad navarra, la agenda y el debate públicos. El terreno de juego ha cambiado.
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