Leo: “Una modificación genética transfiere a una mosca la costumbre de otra especie de regurgitar antes de copular”. Muy romántico. Sigo: “Científicos japoneses han conseguido transferir el ritual de la Drosophila subobscura (mosca común de la fruta) a la Drosophila melanogaster”. ¿El logro? En pocas pero sucias palabras: en el caso de la primera mosca la hembra requiere que el macho regurgite alimento directamente en su boca para aceptar la cópula. En el caso de la segunda, la hembra se conforma con que el macho emita sonidos de cortejo con la vibración de sus alas y a follar y olé. Pero gracias a la modificación de un gen, los nipones han logrado que la segunda especie adopte la fea costumbre de sus predecesores. Hay que ser un cabrón muy, muy retorcido para llegar a eso.

“¿Y a qué viene toda esta mandanga?”, clama una señora castigándose el balcón con el abanico. Pues viene a cuenta de los incendios forestales, comprensible monotema (dada su gravedad) de este abrasador agosto empeñado en matarnos. Mal asunto para el humor, por lo que he preferido evadirme unas líneas con moscas pervertidas y científicos tarados. Cosa que tampoco ha aliviado el calentón. Así que a ello.

La península está que arde, literalmente, en un desastre muy superior a los ya sufridos. Por imprudencia, con intencionalidad por intereses espurios o por patologías que deberían tratarse en Siberia, en la mayoría de los casos el origen es humano. Pero lo peor es que en el lado de las consecuencias (con excepción de las víctimas, los bomberos y los voluntarios que se juegan el tipo) nuestros próceres responsables de gestionar el desastre se cubren de cenizas.

En Castilla y León (comunidad especialmente castigada) su presidente Fernández Mañueco tarda dos o tres días en personarse en la barbacoa. Y luego pide más medios al Estado (normal) pero después de haber reducido la partida correspondiente de sus presupuestos a una bolsa de pipas, a petición de Vox. Pedro Sánchez, por su parte, como preside más terreno que Mañueco tarda ocho días en hacerse visible ante el país desde su residencia vacacional de Lanzarote, con un par.

¿Y la familia? Bien, gracias: Marlaska sacando pecho de lo bien preparados que estamos y los pequeños echándose las culpas unos a otros, con lo que dicen todos la verdad al tiempo que mienten todos. Ah, y Feijóo pidiendo la intervención del Ejército, pero no para ser presidente del Gobierno sino por los incendios. Bien pero tarde, porque unos cuantos miles de cabras de la Legión desbrozando montes desde hace años habrían ayudado bastante más.