Los auspicios del presidente francés, Emmanuel Macron, han servido para que la denominada Coalición de Voluntarios, formada por diferentes estados que respaldan la integridad territorial de Ucrania, comprometan el envío de tropas como garantía de seguridad para Kiev en el momento en que se ponga fin a la guerra provocada por la invasión de Rusia. Las garantías de seguridad son uno de los factores reclamados por el Gobierno ucraniano para asegurar la estabilidad y disuadir de un eventual rebrote futuro. Fue también uno de los mensajes fuerza con los que Donald Trump trató de posicionarse como mediador, aunque en realidad descartó de inmediato comprometer a Estados Unidos con esas garantías y rechazó el envío de tropas norteamericanas sobre el terreno.
La respuesta europea ha sido asumir ese papel, impulsado por el citado Macron y el primer ministro británico, Keir Starmer. Junto a esta medida, la posguerra en Ucrania se acompañará de un programa de reconstrucción del país cuyas características están por concretar pero que tampoco garantiza la participación del socio transatlántico. Se puede decir que está siendo, en cualquier caso, más sencillo diseñar sobre el papel la posguerra que alcanzar las condiciones de la paz.
El lenguaje diplomático sigue lejos de concretarse y Moscú ha convertido en papel mojado todas las expectativas infladas por la mediación de Trump, que se debate entre la indignación por el ninguneo del que está siendo objeto tras su cumbre con Vladímir Putin y la búsqueda de nuevos señuelos con los que distraer la atención de su errática política exterior. El más reciente es el aumento de la tensión con Venezuela, lo que augura una pérdida de interés del presidente estadounidense por el avispero europeo oriental.
La ausencia de expectativas a medio plazo se refuerza con la reciente operación de imagen de Putin y el estrechamiento de lazos con el presidente chino en presencia del de Corea del Norte. El encuentro con motivo de las celebraciones chinas del final de la II Guerra Mundial fue la escenificación de un eje de cooperación militar en la que el poderío del gigante asiático hacía las veces de paraguas de los intereses de sus dos invitados. Moscú está ganando la guerra que inició y nada le empuja a asumir una postura proactiva por la paz. En ese escenario, los diseños de escenarios posteriores van cumpliendo sucesivas fechas de caducidad.