Los forofos del basket se han quedado mohínos con el tempranero adiós al Eurobasket, con el plus de rabia de que las victorias ante Italia y Grecia, cocos del grupo, estuvieron muy cerca. Pero cuando ni los tiros libres entran, poco más se puede hacer. Y así, por la puerta falsa, se va Scariolo. Esta vez no hubo Los jueves, milagro (atípica película de Berlanga, incluso para él). El mago italiano lleva ya tantos años haciendo lo imposible con un equipo sin estrellas que nos creíamos que se iba a sacar un último conejo de la chistera. Pero ya no tenía más. Se va con un palmarés soberbio –unas medallas con grandes figuras (que hay que saber gestionarlas) y otras con la Banda del Naipe (que hay que hacer que se lo crean)– y, no menos importante, habiendo marcado la dirección. Quien habla de fin de ciclo se equivoca: chavalines como Saint-Supéry y De Larrea ya están en el futuro. Y tienen hambre de medallas y títulos.