Síguenos en redes sociales:

Blanqueamiento

BlanqueamientoEP

Una de las palabras del verano fue blanqueamiento, el que, por ejemplo, a través de equipos deportivos se puede llegar a hacer de regímenes genocidas como el de Israel. Las manifestaciones contra la participación del equipo israelí en la Vuelta –parece olvidársenos que hace poco hubo 9 atletas israelís en el Mundial de atletismo o que Madrid, Barcelona, Athletic y Atlético están participando en una Champions en la que han disputado las primeras eliminatorias escuadras israelís esta temporada, por ejemplo– dieron para mucho –excepcional, regular y malo– y, lo dicho, la palabra blanqueamiento llegó a nuestros hogares como nunca anteriormente, casi al mismo tiempo que las imágenes de las banderas palestinas o de los corredores de otros equipos siendo detenidos en etapas como la de Bilbao, Mos o Madrid.

Blanqueamientos que, por cierto, los tenemos de siempre a muchos niveles aunque, por supuesto, no del calibre de algo tan tremebundo como lo que está perpetrando Israel en Gaza, con el beneplácito de la mayor parte de la comunidad internacional, que apenas hace gestos de cara a la galería pero nada básicamente efectivo para detener esta barbarie iniciada, sí, a raíz de unos hechos tremendos pero que han dado paso a un aplastamiento impasible y desigual y que, como casi todos los conflictos de aquellas tierras, nacen en el pasado con decisiones equivocadas de algunas de las potencias mundiales en liza en la época, en el caso que nos ocupa la pérfida y graciosa Gran Bretaña, que pasa por ser una de las mayores causantes de desgracias, guerras y miserias de toda la historia, como la práctica totalidad de los países colonialistas que existen y han existido, repartiéndose el planeta como quien se reparte las chucherías de una bolsa.

Esperemos que esto acabe pronto y que lo haga de tal manera que nunca pueda volver a suceder. Aunque esperanza en ambos puntos ahora mismo haya poca.