Desde que salimos de la pandemia como los leones enjaulados cuando recuperan la libertad y en disposición de apuntarnos a un bombardeo, los promotores de espectáculos no tardaron en caer en la cuenta de que delante de sus narices tenían un enorme negocio: la venta anticipada. No hablamos de la tradicional venta por adelantado, que consistía en facilitar entradas unas semanas antes con un descuentillo del 10-15% con respecto a quienes esperaban a adquirirlas en taquilla. Esto es bien distinto. Ahora se ofertan las giras de las estrellas con un año o más de antelación porque las entradas vuelan (lo mismo da que quien suba al escenario sea Camela que AC/DC o una estrella del reggaeton), aunque los precios sean desorbitados. 

Tragado ese sapo, a partir de ahí hay vía libre para continuar con el abuso muchas veces colindante con la humillación. El catálogo de excesos incluye la kilómétrica serpiente en el acceso al recinto –al que uno llega ya mareado–, la prohibición de acceder con comida o bebida –me viene a la memoria el maravilloso concierto de Pink Floyd en Donosti de 1994 con el rico bocata que compramos en un bar cercano que remojamos con la bota de vino– y el descomunal sablazo en las barras, donde no es infrecuente que las cañas se sirvan en condiciones manifiestamente mejorables. En fin. Por ver una lucecilla al final del túnel, recientemente me comentaba un profesional del sector que se empiezan a observar los primeros síntomas de que se deshincha esta burbuja. En nuestras manos está renunciar a comprar entradas con un año de antelación. Solo así se puede evitar esta abusiva práctica. Pero, de momento, no queda otra que pasar por el aro de adquirirlas con antelación desmedida, lo que da lugar a que cuando llega la fecha del concierto hay quienes ni se acuerdan de su celebración o no pueden acudir, porque tienen otros compromisos. A más de uno le ha pasado esto con la despedida de Fermín Muguruza esta noche en el Arena, para la que se colgó el cartel de no hay billetes al poco de anunciarlas y, sin embargo, ahora las redes sociales están plagadas de páginas de compra y venta de tickets en algunos casos con precios más que exagerados.