Si ahora cogemos 3 niños menores de 5 años y los dejamos en un cubículo en mitad de la Plaza del Castillo, 12 los llevamos a la Puerta del Sol, 7 a las Ramblas y así hasta unos 80 por toda España y les ponemos alrededor unos cámaras y retransmitimos su vida durante 24 horas mientras no les damos alimentos y vemos cómo van hora a hora entrando en estado de desnutrición y de estarvación y para quienes no tengan el canal de Youtube organizamos visitas guiadas hasta que los niños, los 80, finalmente dejan de respirar convertidos en pellejo quizá, digo solo quizá, la derecha política y mental –la más numerosa de este país– asumiría que aunque la flotilla a Gaza tenga su parte de política y de mil razones que cada integrante haya llevado allá a fin de cuentas no deja de ser un intento de llamar la atención sobre una situación absolutamente aberrante.

Porque la OMS habla de esas cifras –400 personas, 100 niños, 80 menores de cinco años muertos por desnutrición. Y miles de afectados por la hambruna y el bloqueo de Israel–. Más allá de que la propia flotilla en ocasiones parezca Woodstock, más allá de que ellos y ellas mismas saben que no iban a llegar a llevar la ayuda, más allá de que como siempre se meten por medio partidos políticos a intentar llevarse parte del eco, más allá de todo eso, la iniciativa es valiente –la idiota de Ayuso habla de campamento. Súbete tú, como si Israel tuviera o haya tenido en el pasado remilgos– y, sobre todo, es una llamada de atención para que la presión siga creciendo y que de una vez por todas no se deje a Israel seguir haciendo esto. A mí me dan bastante pampurria ver a políticos occidentales con kufiya en mitad del postureo, pero aún mucho más quienes callan ante semejante barbaridad o incluso se mofan o lo minimizan por oponerse a sus rivales de aquí, mientras las criaturas no tienen ni agua.