Investigar e inquirir o indagar son sinónimos. Así que una comisión de investigación podría denominarse de inquisición. El problema es que la conclusión se adelante a la audiencia, que la sentencia preceda al juicio. Cuando el PP (mayoría absoluta en el Senado) llamó a comparecer a María Chivite, presidenta del Gobierno de Navarra, ya tenía el dedo pulgar hacia abajo. UPN, el mismo gesto de condena. Chivite no estuvo sola. Contó con un peón de confianza, el portavoz socialista Alfonso Gil, y dos capotes más: los portavoces de Izquierda Confederal (Uxue Barkos, de Geroa Bai) y de EH Bildu (Josu Estarrona), inédito en asistencias.
Ninguno de los tres formuló preguntas. El socialista ejerció de hagiógrafo de la gestión política de Chivite. Barkos afeó a UPN que la citación pusiera el foco en la primera institución de Navarra de forma “interesada y partidaria”, lo que para Bildu fue una “vendetta” de las derechas navarras.En Navarra, el bloque de Gobierno y EH Bildu han liberado a Chivite y Barkos de comparecer ante la comisión del Parlamento. Democráticamente insano. La presidenta Chivite se enfrentó -por momentos airada, reiterativa y desmemoriada- al apremio confuso de UPN y al acoso documentado del PP, con el aderezo de muestras de mala educación de algunos parlamentarios. Tirantez grotesca.
Lo conocido hasta ahora en adjudicaciones de obras en Navarra desde 2011, encargo del Parlamento (caso Belate como máximo exponente), revela anomalías graves en los procedimientos administrativos y falta de rigor en la responsabilidad política. Demasiadas sombras. La transparencia, tamizada por la conveniencia. Los informes de Comptos y de la Oficina de Buenas Prácticas y Anticorrupción, creada en mayo de 2018, avergüenzan. La inhibición política, sospechosa. Ante las denuncias, se debió hacer más. En cualquier caso, la portavoz socialista Unzu valora que el debate de la corrupción “a la ciudadanía navarra le importa un pimiento”. Choricero.