El Partido Republicano de Estados Unidos disfruta desde hace algunos años de lo que es prácticamente una parálisis política de sus rivales Demócratas, quienes parece incapaces de articular un programa atractivo para sus seguidores y de identificar cuál es su clientela.
Ha representado una bonanza para sus rivales Republicanos, quienes han tenido además un líder que asegura desde hace ya más de diez años que tiene todas las respuestas a los variopintos problemas de este país multicultural y multirracial.
Pero la bonanza se ha ido esfumando a medida que las promesas de Trump se han ido revelando como huecas, o él mismo las ha tenido que archivar a causa de sus resultados escasos o contraproducentes.
Lo cierto es que el desencuentro y la desorientación afectan ahora tanto a las huestes demócratas como a las republicanas: Si los Demócratas sufren de un desconocimiento de su clientela que les lleva a defender y divulgar posiciones que tan solo atraen a minorías y alejan a sus votantes tradicionales, los Republicanos han entrado en una greña que enfrenta a los más conservadores y a los más jóvenes con sus bases tradicionales y paraliza a los legisladores, desorientados en cuanto a los programas que han de defender.
Las recientes elecciones fueron una muestra del desgaste que el partido del presidente ha sufrido desde los comicios del año pasado, pues prácticamente todos los candidatos ganadores pertenecían a la oposición.
Aunque estos resultados han dado una nueva confianza al partido minoritario (los Republicanos controlan las dos cámaras del Congreso, la presidencia, el Tribunal Supremo, los gobiernos estatales y sus legislaturas), es posible que no sea suficiente: Si el desencanto de los electores es innegable, la decepción por la gestión de sus gobiernos hace muy posible que no salgan a votar y la situación actual se mantenga.
El desencuentro entre los votantes y sus gobiernos tiene diversas causas y es probable que una de ellas sea la rapidez de los cambios sociales y económicos que hace tan difícil para los gobernantes como los gobernados adaptarse a la nueva situación.
Las tensiones son hoy en día más evidentes entre los Republicanos: hay grupos de gente joven que se declara conservadora, pero se aleja de su hogar tradicional Republicano por considerar que ha abandonado sus principios… o a sus votantes.
A diferencia de Europa, donde la población puede elegir entre muchas formaciones políticas, en Estados Unidos solo hay en la práctica dos partidos y nadie puede beneficiarse de sus errores en otra formación política.
Si el desencuentro en las filas demócratas es evidente desde hace años, ahora llaman la atención las tensiones en el seno republicano, desde las críticas mutuas entre Trump y legisladores que antes le apoyaban, a los grupos que se sienten huérfanos de una representación política.
Hoy en día, gracias a los medios electrónicos de comunicación, su mensaje se extiende y prolifera el descontento con los líderes políticos quienes, a su vez, mantienen una escasa disciplina de partido.
Es algo que hemos visto en el reciente bloqueo legislativo para aprobar los presupuestos y que tan solo acabó cuando varios legisladores demócratas desertaron para unirse a los republicanos y darles la mayoría necesaria.
O en la última greña entre Trump y la congresista ultraconservadora Marjorie Taylor Greene en que ambos se han retirado mutuamente el apoyo, Trump porque Taylor Greene quiere divulgar los detalles del escándalo Epstein, mientras que Green considera contraproducentes las medidas económicas del presidente.
Desavenencias entre miembros del mismo partido o las diferentes ramas de gobierno se han dado siempre, pero la intensidad de los desacuerdos ha alcanzado unos niveles desconocidos hasta ahora que auguran un gobierno tormentoso en los tres años largos que le quedan a Trump en la Casa Blanca… sin garantizar que cualquier relevo será mejor.