Por esas casualidades de la programación de conciertos, coinciden estos días dos importantes orquestas, la Nacional y la Euskadiko Orkestra, en ampliar repertorio con un compositor austríaco que, si bien no es desconocido, se programa poco: Franz Schmidt. La Nacional programa su magno oratorio “El libro de los siete sellos”, basado en el Apocalipsis de San Juan; la orquesta vasca su sinfonía más conocida, la cuarta. El lenguaje de Schmidt está, digamos para entendernos, entre Bruckner, Mahler, R. Strauss…, en fin, dentro de la tradición vienesa de opulencia orquestal, que viene de Brahms y se instala en un tardo-romanticismo que no le resulta desconocido a un primer oyente de su música. La solvente directora de la velada, Katharina Müllner, hace una versión compacta de la obra, con una sonoridad más bien condensada, donde funciona la dosificación de los reguladores, bien alimentados desde el matiz en “piano” hasta la apertura del tutti orquestal y su posterior declive. Estos vaivenes son, sin duda, lo que más mueve la sinfonía; por otra parte, instalada en un “continuo” my sonoro. Junto a esto, las excelentes intervenciones solistas aclaran un poco más ese paisaje: el comprometido solo de trompeta, descarnado y a pelo que abre la partitura; el siempre evocador corno inglés, el magnífico adagio del violonchelo, sin duda uno de los pasajes más hermosos de la obra; el fagot y las maderas en general, que van pasando el testigo al resto a toda la orquesta en el molto vivace, etc.

Euskadiko Orkestra

Camille Thomas, violonchelo. Katharina Müllner, dirección. J. Haydn: sinfonía 83. Fazil Say: concierto para chelo y orquesta “Never Give Up”. Franz Schmidt: cuarta sinfonía.

Baluarte. 12 de noviembre de 2025. Casi lleno.

Abrió la sesión la sinfonía 83 de Hydn, con una lectura correcta en la que hubo detalles “de autor” por parte de la directora, como extremar el matiz “pianísimo” para contrastar con el fuerte, manteniendo una tensión desde la nada al todo. Buenas intervenciones de oboes, flauta…

Lo novísimo de la tarde fue el concierto para violonchelo y orquesta de Fazil Say (Ankara 1970), estreno para la orquesta y, supongo, que para todos. El compositor turco lo escribió para la solista de la velada, Camille Thomas. “No me rendiré nunca”, lo titula, y quiere ser un grito de libertad y de paz, en contra de los atentados terroristas. La partitura es descriptiva del ambiente bélico con onomatopeyas de ruidos de metralleta (percusión, arcos que golpean, etc), creando una atmósfera dramática, a la que se une el lamento del violonchelo. El último movimiento se recompone con cierto optimismo por la vida a través de sonidos de pájaros y de danzas del folclore popular turco. La obra se nos hace entretenida, pero, a veces, da la sensación de no desarrollar lo que plantea, predominando el efectismo, que siempre gusta.

El violonchelo solista, en muchos tramos, queda enterrado por todo ese trajín “destructivo” que inventa sonoridades nuevas bastante atractivas, por otra parte; quizás eso es lo que se pretende. Camille Thomas toca la obra con entrega y total implicación, claro; pero donde se nota el dominio de su hermosísimo dominio del arco largo del violonchelo y de su excelso fraseo, es en el “Canto de los pájaros” de Casals, que dio de propina, con un acompañamiento orquestal delicadísimo.