Es curioso ver cómo elementos de la vida cotidiana acaban convertidos en símbolos de causas justas. Referentes sacados de su contexto que adquieren un nuevo significado, como algunos autobuses que se han convertido en eso, en verdaderos símbolos, que llevan en su interior un pasaje de historias duras. Autobuses en los que viajan algunas lecciones sobre lo que nunca debió ocurrir pero pasó, para que no se vuelva a repetir. En estos días, muy dados a recordar efemérides en relación al franquismo o al posfranquismo, hay dos historias sobre hechos del pasado que tienen que ver con autobuses. Con conductores de autobús más exactamente. Historias sobre las que se ha hecho cine, documental o ficción basada en la realidad. No se trata de mezclar lugares, ni momentos, pero sí de acercarlos. Hace un año se estrenó la película El 47, dirigida por Marcel Barrena y protagonizada, entre otros, por Eduard Fernández. Una historia que era desconocida para el gran público. Corría mayo de 1978 cuando en el barcelonés barrio de Torre Baró se produjo un llamativo hecho: el conductor Miguel Vital secuestró el autobús que conducía para demostrar que, al contrario de lo que decían los mandatarios de entonces, los vehículos podían subir las pronunciadas cuestas sin asfaltar de su barrio. Una historia social que nos recordó que los derechos individuales y colectivos en esta sociedad no llegaron porque sí, sino porque muchos y muchas lucharon por ellos.

Cuatro años antes se había estrenado otro documental, programado en el Zinemaldi. Non dago Mikel?, la crónica de la desaparición del joven navarro Mikel Zabalza, que apareció muerto en diciembre de 1985 tras ser detenido por la Guardia Civil. Dirigida por Amaia Merino y Miguel Ángel Llamas, la película mostraba testimonios del entorno de Zabalza y gente cercana al caso. Un documental que ponía en valor todo el esfuerzo y el dolor de su familia y amigos/as por buscar la verdad, la justicia y la reparación. Ahora, la exposición itinerante 40 años en memoria de Mikel Zabalza ha llegado a Pamplona en su recorrido por distintas localidades vinculadas al joven de Orbaizeta que murió en el cuartel de Intxaurrondo víctima de las torturas que recibió por parte de la Guardia Civil en 1985. Se trata de un autobús como el que conducía Zabalza en Donostia con paneles informativos que cuentan la historia de su caso, como aquella frase que colgaron sus compañeros a modo de protesta durante los días en los que estuvo desaparecido, Aquí no hay conductor ¿Dónde está? Hemen ez dago gidaria. Non dago?

Han pasado 40 años de aquello y por desgracia, aunque se han dado pasos importantes en el camino de la verdad y el reconocimiento por instituciones como los gobiernos navarro y vasco, no se puede decir lo mismo de otras instituciones que incluso mantienen aún la Ley de Secretos oficiales con la rúbrica del propio dictador. Por eso siguen siendo necesarias todas estas iniciativas ciudadanas. Y que bien que el cine nos las acerque.