Aquí tienes un artículo ácido, crítico y divertido sobre las tradiciones navideñas en Pamplona, al estilo de Reyes Ilintxeta: “Pamplona en Navidad se transforma en un decorado de postal, pero de esas postales que uno guarda en el cajón del sarcasmo.

Las luces se encienden como si el Ayuntamiento tuviera acciones en Iberdrola, y los villancicos suenan en bucle hasta que uno empieza a sospechar que el espíritu navideño es, en realidad, una forma de tortura acústica.

El Olentzero, ese carbonero entrañable, baja del monte con más marketing que carbón. Lo que antes era folklore ahora parece una campaña de influencers rurales (…) En resumen, la Navidad pamplonesa es un espectáculo de luces, tradiciones tuneadas y consumo disfrazado de costumbre. Pero oye, mientras haya vino caliente y alguien que te diga “¡Felices fiestas!” con la sonrisa justa para no parecer obligado, algo de magia queda”.

- Qué cursilada. ¿Puedes sustituir lo de vino caliente por algo más de aquí?

- “Pero oye, mientras haya zurracapote …”

- No me gusta lo del sarcasmo.

- “En Pamplona, la Navidad no llega: se impone. Como un desfile de luces LED y tradiciones tuneadas que invaden la ciudad con la sutileza de una fanfarre en plena siesta.”

- Brusco y exagerado.

- “En Pamplona, la Navidad se instala con entusiasmo y cierta tendencia al exceso.”

- ¿Entusiasmo?

- “En Pamplona, la Navidad se despliega con una mezcla de fervor institucional y brillo de escaparate”.

- Mucho fervor tampoco veo...

- “En Pamplona, la Navidad se instala con puntualidad suiza y un guion que apenas cambia”.

- ¿Puntualidad suiza?

Y entonces es cuando AI Copilot me manda al cuerno diciéndome que se despide de WhatsApp (carita triste) ... pero que la magia no tiene por qué terminar y que me baje la aplicación. Txispun.