El presidente Trump recibió nuevamente este fin de semana al presidente ucraniano Zelenski, quien lo visitó en Florida ayer para tratar un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania sobre las bases establecidas hace unas pocas semanas por dos de los principales asesores de Trump.
Aunque la propuesta original de estos dos asesores –el yerno de Trump Jared Kushner y el asesor especial Steve Witkoff quedó descartada hace algunas semanas–, ha servido de base para los acuerdos que prevían explorar y que parecen tener el apoyo de la parte ucraniana, aunque Moscú no ha mostrado hasta ahora gran entusiasmo, como parecen indicar sus recientes ataques contra Kiev.
La reunión en Mar-a-Lago, la residencia privada de Trump, se celebraba en momentos de gran actividad política en Estados Unidos y cuando el presidente norteamericano parece tener el viento de popa en las cuestiones que más afectarán su presidencia, es decir, la marcha de la economía.
Porque Trump parece beneficiarse, mucho más allá de lo que esperaban incluso sus colaboradores más optimistas, de una bonanza que pocos preveían, ante los riesgos generados por su política proteccionista con elevados aranceles y trabas al comercio internacional.
Y es que un efecto muy mayor que los aranceles parece tenerlo la política que Trump ya aplicó durante su primer manato, de reducir los controles gubernamentales sobre las actividades económicas.
Ya hace ocho años exigió que sus colaboradores eliminaran diez normativas por cada una nueva que se introducía y ahora mantiene las mismas órdenes, pero los funcionarios responsables se han excedido hasta el punto de que en el año que termina aplicaron cinco normativas nuevas y eliminaron 646, lo que, según los cálculos gubernamentales, equivale a un ahorro de 212 mil millones ede dólares en gestiones burocráticas -o 600 dólares por ciudadano.
Otro efecto positivo e impactante es la situación energética, pues Estados Unidos produce hoy más petróleo (24.2 millones de barriles) que Arabia Saudita y Rusia juntas, mientras que el gas, con 108 mil millones de pies cúbicos, equivale a la producción combinada de Rusia, Irán y China.
Por muy satisfactorias que resulten estas cifras, no compensan ni de largo el elevado déficit del país, que supera ya los 38 billones de dólares, pero no parece inquietar demasiado a Trump, tal vez porque no quiere mostrar su alarma, o porque confía en que el fuerte crecimiento económico reducirá la deuda.
De momento, el interés del país y de gran parte del mundo se centra en la guerra de Ucrania que afecta, no solamente a Kiev y Moscú sino también a los aliados europeos de Estados Unidos.
Sin embargo, Trump no parece tener suficientes problemas y se muestra dispuesto a incrementar las tensiones en su propio hemisferio, como ha demostrado en su nueva agresividad frente a Venezuela, que promete además tener graves repercusiones en Cuba, un país que cuenta con el petróleo venezolano que recibe ahora en menores cantidades.
Trump, un hombre que parece necesitar pocas horas de sueño y muestra un actividad constante, parece dispuesto a aceptar cualquier desafío sin que nadie sepa explicar cuáles son sus metas y algunos incluso se preguntan si el propio presidente sigue una agenda no divulgada o actúa según los impulsos del momento sin planear hacia dónde va.