Crítica al centro de salud de Ermitagaña
Sí señor, en el centro de salud de Ermitagaña algunos enfermos son tratados como juguetes a los que se les administra la pertinente pastilla y se les abandona a su suerte hasta que se rompen una pierna o se les desestructura el cerebro. Porque, a la luz de algunos hechos que lamentablemente han lesionado gravemente a mi familia, para este centro no hay gran diferencia entre una cosa y la otra. (...).
Por eso quiero denunciar el desdén con el que algunos médicos tratan a sus pacientes del centro de salud mental de Ermitagaña, esos mal llamados profesionales que despacharon a mi hija, en plena crisis y con un diagnóstico psiquiátrico severo, argumentando que no tenían tiempo para atenderla. Denuncio a quienes, por añadidura, le modificaron la medicación sin advertir a nadie, cuando además, en lugar de seguir de cerca la evolución de ese cambio, se lavaron las manos con un lacónico "me llamas si te encuentras peor". Denuncio que, en pleno éxtasis de pasotismo, en cada llamada le ofrecieron la misma respuesta, a saber: "El doctor está muy ocupado, inténtalo mañana". Denuncio a esos presuntos sanadores que, al cabo de varias semanas, decidieron apuntar su nombre en la agenda, pero para tratar unos problemas de pareja inexistentes. Y denuncio que, a causa de este vacío profesional inexcusable, esta joven se vio en peligro, ya que, sumergida en el infierno de su propia mente, podría haberse autolesionado o incluso haber dañado a otros. Y no me canso de denunciar que esa indiferencia de los psiquiatras arrojó a mi hija a una agonía casi irreparable por la que tuvo que ingresar de urgencia en la unidad de agudos del Hospital Virgen del Camino.
En definitiva, clamo contra algunos profesionales, no todos, quede claro, del centro de salud mental de Ermitagaña que, aun protagonizando el cúmulo de ineptitudes que relato, siguen cobrando un salario que procede de los impuestos de todos y que pagamos a cambio de que se juegue con la salud mental de nuestros seres queridos.