Estos días se presenta la versión de Tricicle del Don Mendo en el Teatro Gayarre. Un trabajo hecho a conciencia, como es habitual en la compañía catalana. Pero Tricicle se aprovecha demasiado del texto para hacer su humor, que no es exactamente el de Pedro Muñoz Seca. Lo cual me lleva nuevamente a una reflexión que, por desgracia, constato con frecuencia. La comicidad necesita de un contraste fundamental. El disloque cómico se produce en un fondo serio. La ironía tiene múltiples enfoques, pero si no presenta apariencia de credibilidad, se convierte en bufonada.
Desde el primer momento Tricicle apuesta por hacer el payaso a toda costa. Un ejemplo, y no el más evidente: Don Mendo dice que va a clavarse el puñal en el quinto espacio intercostal. El mero empleo del tecnicismo ya sorprende por sí solo; no hace falta que el actor se cuente las cinco costillas previamente. Es más, si las cuenta, es que está buscando conscientemente esa expresión; además de que con el gesto anuncia la flexión cómica del texto, despoja a la invención de la naturalidad caballeresca en la que debería contrastar semejante exactitud forense. Acepto que don Mendo imite a Jesús López Vázquez cuando llama a Magdalena lagartona, si eso fuera una guinda discreta en el planteamiento de la dirección. Pero no fue así: la entonación, los movimientos, la sarta de gritos, onomatopeyas y discursos ininteligibles..., histriónicos demasiadas veces, quitaban protagonismo a esa aparente retórica versal, tan bien lograda, que debe quedar clara -y, en parte, creíble- para que surja la comicidad.
El público rió (tampoco se vino abajo el teatro, ciertamente); estoy convencido de que los mismos que rieron se sorprenderían de la comicidad que puede alcanzar Don Mendo.
Muñoz Seca, cuya condición de fusilado en la Guerra Civil a manos del bando republicano no ha sido, y favor que le hacen, trampolín para su éxito, tampoco merece caer en otro gran mal del teatro actual, que es el de las lecturas personalistas. Llegamos de nuevo a la triste conclusión de que si hoy ya es difícil ver un título que valga la pena sobre las tablas, más difícil es encontrar una concepción en la que la dirección tenga la única originalidad de pasar lo más desapercibida posible.