Los colegios profesionales no son sindicatos ni partidos políticos. Acogen en su seno a personas que solo tienen en común su profesión, por lo que sobraría cualquier línea ideológica en la actividad desarrollada por parte de sus gestores.

Consecuencia del llamado pensamiento único, cuando alguien apuesta por el neoliberalismo, la primacía de la competitividad y la profundización de las diferencias sociales, se percibe en la calle como algo natural y sin connotaciones políticas. No obstante, siempre existirán voces distintas que ante el monolitismo ideológico opongan otras formas de hacer y de pensar.

El presidente del Colegio de Enfermería, Pablo de Miguel, se ha dirigido a todas las personas colegiadas, a través de la Editorial de la revista colegial Pulso, reflexionando sobre el copago, término erróneo que se refiere a la posibilidad de que repaguemos la atención sanitaria según accedamos al sistema sanitario a través de tasas.

En su escrito, Pablo de Miguel, desde una ambigüedad tendenciosa, allana el terreno a esos partidos políticos que hoy en día arden en deseos de implantar esta medida, pero que no se atreven a anunciarlo públicamente por el rechazo popular que generaría. Afirma que el copago es una medida no solo recaudadora, sino también disuasoria. Es decir, además de comprender la posibilidad de que los problemas de salud reporten un coste adicional a la persona afectada, dice entre líneas que la población abusa de los servicios sanitarios. ¿Dónde quedan los valores de ética profesional y el papel social de la enfermería que como presidente del Colegio de Enfermería debiera defender? Nos referimos a la equidad y a la igualdad en términos de nivel de salud, y a la responsabilidad que tenemos en cuanto a educación para la salud, autocuidados... Estigmatizar al usuario y cobrar a la paciente son sus únicas recetas (ahora que la enfermería va a empezar a prescribir).

Pablo de Miguel, en su texto, entiende que peligra el nivel prestacional de la sanidad, por lo que se debe iniciar un debate sereno, objetivo y participado. Incluso propone, de forma más concreta, un copago sobre las prestaciones añadidas sobre las básicas en cada CCAA. Pero un discurso no es solo aquello que dice, también lo que calla. Ante el riesgo que acecha sobre la sanidad, en pro de su sostenibilidad, ¿no podríamos acaso iniciar un debate sereno, objetivo y participado sobre el número de jefaturas en Osasunbidea, sobre las peonadas o sobre las costosas carreras profesionales hoy en vigor? De todo ello nada dice a pesar de que todo ello cueste dinero. Entendemos que como es rentable para ciertos intereses gremiales, no entra en el debate. En cambio, el copago sí se puede plantear, lo que supone imponer restricciones a la ciudadanía, no importando en qué lugar vamos dejando a quienes menos tienen o quienes peor salud padecen. Lo cierto es que quien paga, la ciudadanía, tiene que saber todo esto y tendría que decidir.

Quienes firmamos esta carta, profesionales de enfermería que elegimos libremente nuestra propia línea sindical o de política sanitaria, al margen del Colegio de Enfermería, decimos que éste, sin deberlo, está politizado, y que gustosamente nos descolegiaríamos. Lamentablemente, la Ley nos obliga a pertenecer a esta institución, tome la deriva que tome, y a pagar la elevada cuota colegial que en ocasiones se destina a fines un tanto curiosos, pero esto es otro tema para otra ocasión.