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Carta al señor Ratzinger

Expongo una parte de uno de los capítulos de mi libro. Este capítulo, que está justo antes de la conclusión, se titula: Que no se hable, que no se sepa. Supongamos que dentro de veinte años apareciese una persona con el espíritu de Cristo. Y supongamos que la Iglesia le dijese: "Nosotros hemos estado veinte siglos hablando de Cristo porque Cristo no estaba aquí, en forma física. Y ahora, por lo tanto, ha perdido el derecho de su palabra. Nosotros seremos los únicos que hablemos sobre Cristo con una autoridad verídica".

¿Esta actitud sería correcta o incorrecta? Yo creo que denotaría una vanidad infinita. Por lo tanto, yo sugeriría una actitud mucho más humilde, mucho más prudente, en la que se pudiera aplicar toda la capacidad de escucha que cada ser humano pueda contener dentro de sí. Porque nadie tiene el poder para decirle a Cristo: "Tienes la obligación de hacer milagros para convencernos". Entonces, tal vez, Cristo podría responder: "¿No es suficiente milagro que tú existas?".

Cuando la Iglesia habla tanto de Cristo, como una energía que baña el mundo, en realidad, los sacerdotes están intuyendo la energía de los maestros, porque Jesús solamente es el hijo, el que habla. Teniendo en cuenta que Jesús también dijo: "El padre y yo somos uno". ¿De qué serviría que una persona demostrase poderes sobrenaturales? ¿Habría que creerle todo a ojos ciegos? Las personas tienen que creer lo que comprenden por sí mismas.