El santo temor al déficit
Para el creyente, la salvación está en el santo temor de Dios; para todo ministro de Hacienda, la salvación está en el santo temor al déficit.
Esta sentencia, pronunciada por José Echegaray, ministro de Hacienda en varios gobiernos de la Restauración (1876-1923) podría haber sido invocada por el todavía presidente Zapatero con motivo de la reciente comparecencia ante las Cortes para dar cuenta de las últimas reformas económicas que se esperan adoptar antes de que concluya el periodo de sesiones.
Como es ya sabido, el presidente del Gobierno anunció la intención trasladar a la Constitución el techo de gasto de las Administraciones Públicas. No sabemos todavía si el límite se pondrá en el 3% del PIB o si se "consagrará", en palabras de Zapatero, el déficit cero.
Pero lo que sí sabemos, o al menos lo podemos intuir, son las consecuencias que tendría una eventual aprobación de la medida propuesta en sede parlamentaria: la primera de ellas sería la reducción del gasto público, afectando y deteriorando los servicios sanitarios, la calidad de la educación (de esto último algo sabemos en Navarra los que nos dedicamos a la docencia), las inversiones en infraestructuras, las ayudas a las políticas sociales y un largo etcétera.
En caso de prosperar la iniciativa del presidente del Gobierno, resultará extremadamente difícil a los gobiernos autonómicos y locales el recurso al endeudamiento (porque la Constitución lo prohibirá) para subsanar eventuales necesidades de financiación.
Cuando las cuentas públicas no cuadraban, los ministros de Hacienda de la Restauración recurrían, por lo general, a nuevas figuras impositivas (alcohol, sal, tabacos, timbres, rendimientos empresariales, etcétera). El nuevo socialismo del siglo XXI, ese que anunció que bajar impuestos era de izquierdas, cuando el presupuesto no encaja, simplemente recorta gastos.
A esto se le llama desmantelar, no solamente el Estado del bienestar, sino el propio Estado. Y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.