Hace más o menos un par de meses, la IARC, que es la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer, advirtió de que puede haber un posible riesgo de cáncer cerebral por el uso de móviles. Inmediatamente, Sanidad aseguró que la relación entre móviles y cáncer es moderada. Los operadores se defienden. El Gobierno advierte de que no se puede establecer una "recomendación de no uso".
Los oncólogos no ven un nexo claro y advierten de que es posible que el anuncio cree una alerta entre los usuarios. Otras instancias piden cautela hasta que la OMS se pronuncie de forma oficial sobre el tema. Al parecer, la IACR basó su estudio con datos recogidos hasta 2004 en que detectó un incremento del 40% en el riesgo de cáncer cerebral entre los usuarios que usaban frecuentemente el móvil.
¿Hasta cuándo estaremos mareando la perdiz? El panorama no se presenta nada halagüeño, toda vez que los organismos que deben llevar a cabo una investigación rigurosa, no lo están haciendo y probablemente no lo van a hacer.
La comunidad tiene derecho a saber que todos nos hallamos rodeados y bombardeados por radiaciones de todo tipo, y estas radiaciones son dañinas. Y aunque las radiaciones no se ven, están ahí.
Así que tanto los móviles como otros artilugios empleados en la actualidad con total alegría nos están haciendo enfermar. Sin ir más lejos, el propio ordenador puede producirnos ¡a la vez! hasta ocho patologías, que van desde la cervicalgia, hasta el dolor ocular.
Por tanto, hay que tener ojo con toda esta serie de aparatos que usamos habitualmente. La tecnología nos puede ayudar pero también nos puede perjudicar, si en lugar de emplearla racionalmente, cabalgamos sobre ella. Y como vemos, alguno de esos aparatos pueden resultar perjudiciales, incluso si le damos un empleo no demasiado exagerado.