Con bastante atrevimiento, hay quien ha definido la interpretación de Lisci del fútbol como anárquica. Imagino que al italiano le divertirá escucharlo. Después de cuatro partidos de competición, es palpable que el entrenador no deja nada a la improvisación. Es más, creo que su estrategia de comunicación es la de vender gato por liebre, solo que ese minino es muy inteligente. Me refiero a que Lisci regala los oídos hablando de libertad –“la libertad es muy importante”, enfatizaba en una entrevista con El País– pero tengo para mí que nadie da un pase o cambia de demarcación sin el previo ensayo y el visto bueno del técnico. “Intentamos crear automatismos libres”, explica todo convencido usando términos antagónicos. En este Osasuna nada pasa porque sí; no es casualidad que Boyomo centre el balón desde la zona izquierda en la jugada del primer gol. Tampoco que el central diestro trepe con alegría por su carril o que, en el minuto 91, ocupe el espacio del delantero centro en un contragolpe. Y así podríamos hablar de las apariciones de Víctor Muñoz, la movilidad de Aimar Oroz o el trabajo de todocampista de Moncayola, con esa lectura rápida del juego que le permite poner el balón en ventaja a Iker Benito para hacer el 2-0. Y esta es otra; después de hablar durante semanas de la reconversión de este futbolista como lateral, Lisci le coloca en el lugar de Aimar, y recordando sus actuaciones como extremo en el juvenil y el Promesas, hace gala en veinte minutos de su versatilidad y cierra un partido que presentaba complicaciones para Osasuna en la segunda parte, sobre todo cada vez que Isi recibía balón con espacios y ponía pases al área. Con esta salvedad, creo que ese escenario también estaba en los planes del entrenador. Pasó algo parecido en el duelo con el Valencia. Tras colocarse por delante en el marcador, Osasuna hizo un ejercicio de repliegue, levantó la trinchera por delante de Sergio Herrera y, sin sonrojarse ante un catenaccio puro y duro, lo fió todo a un pase largo a la espalda de la defensa o al desdoblamiento de un lateral. Y eso fue lo que pasó durante la segunda mitad, explotando la velocidad de Víctor Muñoz, aunque quien terminó encontrando fortuna fue Iker Benito para cerrar el partido. Esa era la jugada de Lisci y salió bien. Nada improvisada, ya digo.
Dicho esto, la pregunta es si vamos a ver a un Osasuna mecanizado que, sin embargo, disimule en esos automatismos el talento individual, necesario para sorprender al adversario. Porque el trabajo de los analistas disecciona a los rivales como en una mesa de operaciones; después de los partidos es común escuchar a los futbolistas repetir: “ya sabíamos qué...” a la hora de explicar las claves del partido. Así que en la libertad que predica Lisci tiene cabida el movimiento de Raúl García a la espalda del defensa para estrenar su capítulo de goles, o el control de balón en carrera de Iker Benito y el golpeo con la izquierda para superar a Batalla. Volviendo al rendimiento de Raúl, parece más cómodo sin la cercanía de Budimir. Se antoja complicado que ambos coincidan de inicio por sus características de futbolistas que visualizan el gol.
Pese a lo que digan los resultados, no hay un Osasuna local y otro visitante cortés; es el mismo equipo con la misma idea de juego que rompe moldes clásicos. Algunos lo llaman anarquía. No es así, pero si lo fuera, ¡viva la anarquía!