Hace más o menos un año que comenzó a acecharme el fantasma de la depresión. Éste es todavía un tema tabú en la sociedad y no sabía muy bien dónde pedir ayuda, así que acudí a mi centro de salud. Allí recibí, como una losa, la noticia de que en la Seguridad Social hay una lista de espera de 3 a 4 meses para conseguir una primera cita en un centro de salud mental.

Pero entonces? ocurrió. Una pequeña luz se abrió paso entre las sombras cuando mi médica me habló de un centro de orientación familiar dependiente del arzobispado llamado Cof-Bidare. Me dijo que allí podría recibir atención profesional, especializada y gratuita, sin listas de espera, así que con la dirección anotada en un trozo de papel, me dirigí a la Plaza de la Cruz. Me recibieron dos terapeutas, dos chicas encantadoras, que no sé muy bien cómo, pero durante este último año han conseguido alejarme de la fría noche en la que vivía. A mí, y a cientos de personas como yo, a las que diferentes circunstancias también les habían arrastrado a ese lado oscuro.

Ahora todo ese valioso trabajo se tambalea. El arzobispado ha decidido recortar este centro de orientación familiar que ofrece un servicio de calidad tan necesario -hoy más que nunca, con los tiempos que corren- y complementario a la Seguridad Social, que no da a basto. ¿Cómo le puedes decir a una familia desesperada y al borde del abismo que tiene que esperar tres meses para ser atendida en un centro de salud mental público que está saturado?

Cof-Bidare recibía una pequeñísima subvención del Departamento de Bienestar Social del Gobierno de Navarra, pero está sustentado en su mayor parte por el Arzobispado, que para justificar la reducción de este servicio de un día para otro ha argumentado que no tiene dinero. De las dos terapeutas, se ha quedado en la calle la psicóloga clínica. Las vías que habían proyectado en cientos de familias se están apagando con esta solución. Si nadie lo impide, de nuevo se cierne sobre nosotros la sombra de la depresión.