A mediados de 2010, Ryanair y Hertz llegaron a un acuerdo que vendieron publicitariamente como "alquiler sin esfuerzo". Los viajeros de Ryanair conocen cómo se las gasta la compañía aérea a la hora de obtener beneficios extras con la letra pequeña de los contratos, pero Hertz no se queda atrás. Alquilé, utilizando la web de Ryanair, un coche para viajar por Sicilia durante tres días a finales de octubre y pagué 107,44 euros, pero cuando quise recogerlo en el aeropuerto de Trapani me lo negaron aduciendo que no admitían la tarjeta con la que debía realizar el preceptivo depósito. Mis argumentos y quejas no sirvieron para nada. Tan sólo conseguí un teléfono donde informar de la incidencia y debí recurrir a otra agencia, que sí aceptó mi tarjeta. A la vuelta, llamé a Hertz, y me informaron de que sólo me iban a devolver unos 65 euros (algo que no ha ocurrido todavía) porque en el contrato se explicitaba que se requería una tarjeta de crédito, y no de débito, como la mía. Supongo que es así. No lo sé. Todavía soy tan pardillo que no leo con lupa los farragosos contratos de los viajes contratados en Internet. Pero ¿alguien puede explicarme, por ejemplo, alguna de las entidades administrativas que regulan el consumo o de las que persiguen la delincuencia en Internet, cómo es posible que mi tarjeta sirva para que me cobren un servicio y que luego la compañía a la que he pagado me lo niegue con el argumento de que esa tarjeta no resulta válida? A esto se le ha denominada toda la vida con una palabra: timo. Y Hertz me lo ha hecho tan ricamente. Sin esfuerzo.