Es duro escuchar los testimonios de torturas, más aún si esos testimonios tienen nombre y apellidos, si son rostros conocidos. Estos días se está llevando a cabo el juicio contra nueve jóvenes navarras, a 500 kilómetros de distancia, en la Audiencia Nacional, en uno de esos oscuros rincones de España. Entre esos jóvenes se encuentran Maider Caminos y Alberto Ló-pez, dos jóvenes que conozco muy bien, jóvenes muy conocidos por el trabajo realizado en movimientos po-pulares de la Comarca de Pamplona.

Desgraciadamente, no es nada nuevo. De aquella mitad del siglo XVI nos llegan las primeras noticias de torturas a naturales del país para la obtención de información política. El propio virrey informó de la detención de varios "navarros que tras habérseles dado tormento confesaron actos en deservicio de su Majestad". En adelante, navarro y sospechoso pasarían a ser sinónimos. "Sospechosas", "ladrones", "mentirosos", "traidoras", "heréticos", "salteadores de caminos"? Y con esas acusaciones comenzaba un largo viaje sin fin a cientos de kilómetros de sus lugares de origen, un largo viaje a los rincones más oscuros de Castilla. Siempre ha sido así a lo largo de estos 500 años.

Con estas líneas sólo quería decir que quienes conocemos a estas jóvenes, bien sabemos que no son malhechoras. Por eso nos atrevemos a pedir que se ponga fin a tanta orden de detención de maleantes que no lo son. Porque tan solo son jóvenes navarros comprometidos con Navarra de hoy.