Euskal Herria padece una peculiaridad que, según creo, pocas naciones tienen en todo globo terráqueo. Aquí, el Aberri Eguna no se celebra con actos dirigidos al conjunto de la población, sino que cada partido político suele organizar el suyo.
En la mayor parte de las localidades de Francia, por ejemplo, hay actividades para conmemorar el 14 de julio. En España el día nacional tiene un carácter más centralizado e institucional. Pero en cualquier país democrático es algo que se intenta dejar fuera de la confrontación política.
Por otra parte, esta fiesta de todos los vascos no compite con el Día de Navarra o con el de Euskadi. Se trata de ámbitos distintos.
Tras la desaparición de ETA, existe la oportunidad de dejar atrás esa anomalía que arrastramos desde hace décadas. Lo ideal sería organizar actos en cada ciudad y pueblo, como se hace en gran parte del mundo cuando se celebra el día nacional. No se trata de gastar mucho dinero, sino de tener algo sencillo y festivo que fortalezca la convivencia en libertad. Para ello podrían tomar la iniciativa los propios ayuntamientos.
Porque en el caso de que no haya convocatorias unitarias, la inmensa mayoría de quienes gustosamente participaríamos en actos de esta naturaleza seguiremos sin acudir a ninguno.