El pasado jueves, mi mamá como siempre me levantó, me preparó y me dijo que no iba a ir al Centro de Día, que íbamos a ir de paseo, ¡qué raro! Estuve en la puerta del Parlamento. ¡Qué importante! Había mucha gente porque decían que estaban leyendo los derechos de los discapacitados, ¿qué será eso?

Todos me miraban y me hacían muchas fotos. También me grababa un señor de la tele, ¿le gustará mi silla de ruedas? ¿O les gustará el casco que llevo en la cabeza? Ya sé que soy muy guapa y estoy acostumbrada a que me miren mucho, mucho, mucho. Cuando voy por la calle la gente me mira y después miran a mamá, y me vuelven a mirar a mí. ¿Por qué pondrán esa carita? ¿Y por qué le hacen a mamá tantas preguntas sobre mí?

Hoy mi mamá lleva un cartel colgado al cuello, ¡qué raro es todo hoy!, dice: "mi hija me necesita 24 horas, los 365 días". No sé por qué se habrá puesto hoy eso porque mi madre me cuida siempre (mi papá murió hace 6 años) y nunca dice nada ni se queja. Adivina lo que quiero y lo que me pasa, piensa por mí, habla por mí, me da de comer, me ducha, me pasea, me da mucho cariño, me atiende por la noche cuando no puedo dormir, me cambia cuando me mancho (noche o día), cuando me dan crisis epilépticas (casi todos los días), cuando? ¡siempre! Pobre mamá. "¡Cuánto trabajo tienes!", le dicen todos. Ella dice que todas las personas de la calle tienen mucha empatía y les llegamos al corazón pero que a los políticos no. ¿Quién serán esos señores que no tienen corazón? ¿De qué pasta estarán hechos? Si no les importamos nada, ¿para qué están leyendo nuestros derechos?

Soy Maider, tengo 25 años, soy gran dependiente y discapacitada.

(Esta carta la escribe mi madre por mí).