Hace ya algún tiempo escribí un pequeño artículo hablando de la patología de este señor, la megalomanía, la cual la ejerció y la ejerce tanto en su vida pública como en la privada. En la pública, ya lo demostró hasta la saciedad en sus decisiones. España es mía, todos sois míos y tengo la razón absoluta en todo.
Con todos estos antecedentes, a esa patología se le añade, según los expertos, un talante necio. Dicho talante le impide cambiar de actitud, lo que él ve blanco, aunque se le inste a cambiar que no es así y que no lo puede hacer, lo seguirá viendo blanco. Un hombre tonto o listo no pierde la capacidad de rectificar, pero al necio se le cierra toda esa posibilidad.
Me quiero detener en esa actitud o patología en su ámbito particular. Ya en la boda de su hija fue más que manifiesta. La boda fue, nada más y nada menos, que en el Escorial. ¡Patético! También quiero añadir, y esto es lo que me parece mucho más grave, que siempre ha habido megalómanos y necios en la vida, pero no todos lo han podido ejercer porque no se les ha dejado, pero mira por dónde a este señor se lo hemos consentido todos. Qué bien lo decía el gran psicólogo Eric Froom en su gran libro cuyo título era El miedo a la libertad.
Siempre habrá dictadores y exterminadores mientras no ejerzamos nuestra libertad y ahí tenemos un buen ejemplo. Y ya para rematarlo, sirva el consentimiento del arzobispo de Madrid dejándole para la boda de su hijo una capilla prohibida para dicho evento. Verdaderamente vergonzoso y nada edificante.
Una pena, nadie es culpable, pero al final todos, todos somos responsables.