Qué gran argumento es la crisis. Qué buena excusa, qué agarradero para tirar de tijera y hacer oídos sordos. Que sí, que lo sabemos todos, que estamos muy mal, que hay que agarrarse que todavía queda mucho y no sabemos, ni saben, cuándo o cómo vamos a salir de esta.

Una por una que recorten en lo social y cultural, que es lo que menos cuenta, y que se preocupen de lo realmente importante que es seguir apretando la soga al ciudadano de a pie que es el que mejor vive y menos sufre los apretones económicos.

Ustedes, políticos, sigan derrochando, no bajándose sus sueldos, cobrando a mansalva, atemorizando con el lobo malo malísimo para que la gente se acochine y no salga a la calle a luchar por sus derechos. Y si por casualidad se ponen de acuerdo todos los gremios y sindicatos comprometidos (¿existen?), y salen a grito pelado, ya se ocuparán ustedes de sacar al funcionariado del palo y el casco para apaciguar los ánimos.

Al hilo de lo cultural y de su precaria situación, nos quedaremos sin ir al teatro en una ciudad que se pavoneó hace apenas año y medio en la lucha por ser ciudad cultural europea. Han leído bien, cultural. Perdonen por no poder evitar las carcajadas. Una ciudad que pone todo tipo de trabas a uno de sus dos idiomas oficiales, que incumple la ley de señalización lingüística, que suprime la formación de maestros/as y profesores/as para la realización del reciclaje de euskera, que prohíbe a un grupo de teatro actuar en los teatros de la ciudad por realizar una crítica abierta contra el Ayuntamiento de esta, es todo menos cultural.

Por cierto, una cultura a todos los niveles apreciable cuando al encender el televisor podemos sintonizar canales que emiten desde cientos de kilómetros de distancia, y no la que lo hace desde líneas geográficas limítrofes.

Pero no todo va a ser negativo. La ciudad tiene un gran filón en sus inigualables e inmejorables Sanfermines, donde el toro es el símbolo de la ciudad y de él se saca zumo todo el año. Y qué decir de la espontaneidad de la fiesta, con la calle y la gente como ingrediente principal, sin prohibiciones, con diálogo, como signo de cultura, entre todos los colectivos que aman las fiestas.

De verdad y ya sin ironía. Vergüenza me da toda esta farsa. Miles de euros se gastó el Ayuntamiento en una apuesta en la que ni siquiera él creía y lo peor es que fue con dinero de todos. Y a día de hoy seguimos pagando las consecuencias. ¿Hasta cuándo? No se preocupen, que somos marionetas y pueden seguir haciendo con nosotros lo que quieran.