Se han atrevido con los funcionarios y nos parece bien. Es un colectivo que no goza de buena reputación en la población que está en la economía productiva. Por eso nos parece de perlas a los ciudadanos navarros que haya un plan de ajuste riguroso en las circunstancias en las que nos está tocando vivir. No entro en las responsabilidades de cada cual en esta crisis de principios. Lo que nos preocupa es que a los políticos no se les haya ocurrido empezar por ellos mismos a los que Navarra considera un preocupante problema social.
Dígannos lo que se gastan en subvenciones para los partidos políticos, organizaciones empresariales, sindicatos de clase, lo que se gastan en obras públicas innecesarias e inviables. Seguro que, aclarados estos puntos, los navarros que les prestaron sus votos por un período de cuatro años deciden por aclamación que hay que empezar a cortar porcentajes sustanciosos de ese dinero con el que no estamos de acuerdo nadie salvo la clase gobernante. Estamos seguros de que de ahí saldría una partida de ahorro no de 25 millones de euros, sino de muchísimo más dinero. De otro modo su credibilidad, cuando aparecen en esas pomposas puestas en escena ante los medios de comunicación seguirá siendo nula. Y es que estamos hartos de la hipocresía de la clase política.
Lo que no se entiende tampoco es que el vicepresidente primero del Gobierno de Navarra, señor Roberto Jiménez, declare que "no sabía ningún miembro del Gobierno los privilegios forales de la función pública". Y eso es falso porque hay personas del actual Ejecutivo -Yolanda Barcina, por ejemplo- que han estado ahí durante muchos años. Y es más preocupante todavía que diga el mismo vicepresidente primero que "él sabe todo esto hace bien poquito tiempo". Lo cual quiere decir que, o no sabe cuáles son las obligaciones del cargo que ocupa (tan listo él que en menos que canta un gallo llegó en la factoría Fagor-Ederlan de operario a liberado sindical) o que, sencillamente, miente.
En todo caso, cuantas más explicaciones, menor credibilidad.